4x09 14 meses y medio
- Sergio Camuñas Gómez
- 23 may 2021
- 5 Min. de lectura

23 de mayo y cuando pensábamos que los días ya aclamaban el sol del verano, llega el domingo negro que nos saca de las terrazas de nuevo y nos deja en casa, en el plan de comida casera y película de tarde. Cuando ya pensábamos que estrenaríamos piscinas, llega la lluvia para pedirnos calma.
No está del todo mal este día para reflexionar – lo digo como si no hubiese habido días de reflexión en estos catorce meses y medio-. Como la última cena, esperemos que sea la última reflexión que nos surge antes de la época estival.
Durante todos estos meses he tenido una lucha constantes de dos yos – en teoría soy Géminis, aunque esté entre signos por mi día de nacimiento y haya gente que discrepe de mi carta astral- una relación que se ha mantenido en equilibrio durante años, a veces con revolcones entre los dos durante las distintas horas del día, pero nunca de la manera en la que han estado comportándose estas últimas estaciones.
Mi relación con el chico en el que me he convertido este último año ha sido un poco tóxica. En algunos aspectos seguía levantándome con entusiasmo y vistiendo con las copias low cost de las hermanas Hadid, el esnobismo de Kendall Jenner, el mood oversize de Hailey Bieber o la excentricidad y dualidad de identidad de prendas de Harry Styles, Timothée Chalamet o el recién descubierto ganador italiano de Eurovisión Damiano David. Por otro lado, estaba la persona arrastrada que decidía levantarse a cinco minutos de entrar al trabajo, porque, “para quien lo iba a ver”.
Una lucha de gigantes que iba ganando con gradual ventaja la parte que se dejaba triste en la habitación de la adolescencia intentando no perder el hilo de las tendencias sin salir de esas cuatro paredes y ver todo el catálogo de las plataformas de streaming. Esa parte que hacía cuestionarse a la otra día tras día, lo que había conseguido y lo que había perdido. La parte en la que el número 28 se clavaba en señal de signo de decadencia y pérdida de la juventud. Esa persona que semana a semana veía la notificación de uso de su Iphone y sólo iba en aumento. La parte que se enganchaba a otra persona para encontrar la salvación de ese estado de soledad en una conversación escrita, personas y relaciones que en la predominancia de la otra parte no se plantearía. Esa parte que no se alegraba del bien ajeno, pero tampoco del mal, era una parte insípida que con los meses y las restricciones había crecido tanto como un virus que comenzó en Wuhan y, después, se extendió a nivel mundial.
Pero siempre hay un momento de inflexión en todo esto. El momento en el que decides que esta relación está abocada a la ruptura. Y das el paso tú, o te corroe por completo.
Las rupturas siempre son malas, pero mejor acabar una cosa a tiempo que prolongarla ¿verdad? Mis dos mitades pueden convivir cuando una de ellas predomina sobre la otra, y siempre es mejor que predomine la altiva egocentrista. Los celos los dejamos para un desestructurado Ross de Friends. La toxicidad siempre que sean juegos para mantener la magia, juegos a lo Chuck y Blair, en los que quieres tu día de depresión absoluta por puro placer, los dejamos con la puerta entreabierta porque siempre nos ha puesto un poco cachondos lo del rechazo para empoderarnos en la remontada. Y las infantileces, las perdí la segunda vez que me rompieron el corazón, en términos físicos, por lo que, en una relación conmigo mismo ¿Cómo iba a ser distinto? Somos una extensión de lo que proyectamos y en esta extensión, quedan atrás las niñerías, esas que al perderlas te hacen convertirte en Pacey de Dawson Crece, teniendo las cosas claras y quedándose con Joey, dejando a Dawson sólo, esa parte inmadura e infantil que acaba convirtiéndose en el meme más utilizado en la historia de internet.
Tomé la decisión de volver a ser yo capítulos atrás, tras un invierno esperando una primavera llena de esperanza y tras una primavera esperando la llegada de un verano de libertad. Estamos a las puertas de ese verano.
Por eso es tan importante este día de lluvia a una semana de “eso” tan esperado.
Y es que, por una vez, en esta habitación que tanto me ha visto mirar al techo, no siento la necesidad de seguir plantado. Ni con el hachazo de la última semana en la que pensaba que el camino se volvía de nuevo tortuoso.
Mi triste historia con las cuentas y la contabilidad que sigue complicándose más allá de mi etapa compradora compulsiva o de esa asignatura dichosa de la carrera que se me atragantó hasta última convocatoria.
Cuando parecía que todo sonreía y, por primera vez, el dinero no era motivo de sufrimiento, llega Hacienda y hace que los números vuelvan a tambalearte.
¿Es la avaricia que rompe el saco? ¿Que al tener pasta te replanteas cosas que con 10 euros en la cuenta jamás te hubieses replanteado? ¿Sigue siendo esa lucha de mis dos yo que aún sigue sin acabar? No lo sé. El caso es que he estado unos días en los que las dudas han vuelto a surgir en este “final del túnel”. Pero, no sé.
No sé si será porque mayo es el mes de las graduaciones y yo me siento como acabando High School Musical 3 haciendo review de este año a modo musical andando con la salida del sol de las 08:30 por la calle. Porque me creo que empieza mi Call Me By Your Name, porque tenemos al 35% de la población española con al menos una dosis o porque estoy esperando con ansias mis dos primeros viajes después de dos años de asiduidad, pero, ni siquiera eso me afecta.
No lo niego. Tengo miedo, como en aquella primera temporada en la que decidí dejarlo todo para volver a estudiar y vivir de los 500€ de paro que me dejaron aquellos años de cafetería, pero una vez más, como aquella vez, algo dentro de mí me dice, hazlo.
Podría tener mil excusas, de hecho, las he tenido: un largo invierno, un “tendré la cabeza ocupada”, un encuentra algo antes, un “espera a que vacunen a tus padres y disfruta de un poco de libertad” y, ahora, un “me acaba de follar hacienda”. ¿Y sabéis qué? Me da igual, cierro página.
Una amiga me dijo una vez que siempre tendríamos una excusa. No le faltaba razón. Si no es una cosa es otra, las cosas hay que hacerlas, no pensarlas, es el fallo que tenemos infinidad de veces. Ahora, me motivo viendo el avance de la última temporada de The Bold Type, lo nuevo de Dinastía, Younger, Emily en París, todo está volviendo a la normalidad y después de un año sintiéndome mediocre, se acabó.
No sé lo que me espera, pero sonrío solo al estar escribiendo lo que me encantará volver a una reapertura de libertad. Espero ser consciente en unos meses de todo lo malo de este año y de haber aprendido todo lo bueno.
De momento, con este palo de hacienda, con la incertidumbre del mañana, esta ruptura conmigo mismo y la lluvia cayendo por los cristales me voy de compras para estrenar modelito en mis nuevas aventuras, siempre es buen momento para coger algo que suponga ser las nuevas botas rosas que lo cambiaron todo en 2018. Como en un viral de TikTok, hoy, nuestro outfit, es la actitud.
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