4x05 Ayúdame si te atreves
- Sergio Camuñas Gómez
- 5 abr 2021
- 4 Min. de lectura

Los dos días que siguen al cambio de hora descoordinan probablemente una noche de fiesta o, en su defecto, de trabajo. En mi caso me cambian las semanas siguientes.
Llevaba semanas levantándome de día y, aunque agradezco que las tardes se alarguen casi hasta las 21:00 odio volver a levantarme de noche. Sé que son solo unas semanas, pero me afecta en el humor. Sobre todo este año en el que ver un día nublado me supone el estado de depresión que tanto temo y que tan presente lleva en mí en este último tiempo.
Después de pasar las vacaciones de semana santa me asaltan varias dudas y varias certezas, una de las certezas es que da igual el tiempo que pase, volver a juntarte de manera esporádica con tus amigos del colegio es sinónimo de desmadre; una de las dudas, ¿por qué nadie te dice que te arriesgues en la vida? Me refiero, si quieres tirarte por un puente, vale que no apoyes mi decisión, pero si quieres arriesgar, en cualquier aspecto de tu vida ¿por qué no abundan las personas que te dicen “hazlo”?
Cuando éramos demasiado jóvenes no lo hacíamos por temor a no tener un futuro prometedor. Ahora que somos adultos parece que no podemos hacerlo por lo mismo, pero en realidad es la misma mierda de siempre y, si no es ahora ¿Cuándo?
Sé que aún no es momento de profundizar en las películas de verano, pero será por la frase anterio, ese “si no es ahora, ¿Cuándo?”, porque han cambiado el horario y tenemos un atisbo del verano o, porque tenemos en todos los tabloides la figura de Armie Hammer acusado de canibalismo y tambaleando nuestras esperanzas de que vuelva a interpretar a Oliver en “Encuéntrame” de “Call me by your name”. El caso es que se me viene a la mente la frase que primero leí en el libro y después vi interpretada en la película. En ese diálogo la madre de Elio le cuenta una historia de una princesa y un caballero, un cuento con moraleja que lo empuja a sincerarse con Oliver y, que, de no haber sido contado, no hubiese dado esa trama especial que nos enamoró poco antes del trágico, aunque realista final.
- Mi mamá me ha estado leyendo una novela rosa francesa.
- Nos la leyó a mi papá y a mí el día que se fue la luz.
- ¿Sobre el caballero que no sabe si hablar o morir?
- Exacto.
- ¿Entonces habla o no?
- "Es mejor hablar", le dice ella. Pero ella no baja la guardia. Siente que es una trampa.
- ¿Entonces él habla?
- No. Le da rodeos.
- Era de esperarse. Es francés.

Pero Elio habla, claro que habla. Y hace, porque el no hacer, el esperar, es tan sencillo y a la vez tan monótono y aburrido.
El camino fácil sería quedarme en un trabajo que no me llena para nada, pero que me da para vivir bastante mejor de lo que lo hacía, en términos bancarios, hace un par de años. No sé por qué, pero me recuerda a cuando mis padres querían que estudiase magisterio y aprobase una oposición cuando, no voy a engañar a nadie, lo que me encanta de mi trabajo es tener nuevos proyectos y si, no los hay, hacer las maletas y pirarme a otro sitio. Hay cosas que la pandemia, por mucho tiempo que nos esté llevando, no puede cambiar.
Estoy en ese punto. En el de acabar con todo, en el que buscar un cambio no tiene nada que ver con cambiarme el pelo o dejarme barba, en el que como los años, los cambios pesan más, después de un cambio total y completo en el pasado 2020 ahora retomo las ganas de cambiar por mi cuenta. Es curioso, es eso lo que necesito: saber que estoy tomando mis propias decisiones.
Con un 2020 inusual me sentí como si todo me hubiese venido dado. Nada buscado. Que me despidieran me dolió, pero no por el despido, sino porque no había sido yo el que lo había dejado. Soy orgulloso hasta para eso. Y cuando decidí dejarlo todo, no fue una elección como tal, tan solo dejé que mis compañeros dejaran atrás una etapa y yo simplemente me cansé de luchar.
Estoy en el momento en el que creo que todo el mundo cree que estoy en una versión más dejada de temporada 3 de Quinn Fabray con pelo rosa, tatuaje de Ryan Seacrest y con falta de poliéster. Es en ese momento en el que creo que estoy en el punto: me han aceptado en Yale. Un momento que vino capítulos después con menos maquillaje y la vuelta al rubio platino. O estoy en lo cierto, o necesito un psicólogo.

Lo que está claro es que necesito poner fin a una etapa en la que no he decidido mi camino o al menos yo lo siento así y, a veces, me encantaría rodearme de ese tipo de personas que te dicen “hazlo”. Sé que lo voy a hacer igualmente, hay algo de mí que me lo dice, pero nunca está de más una sonrisa ajena y un empujón de ayuda. Pensadlo, en unos años ¿seguiremos teniendo miedo a arriesgar? En mi opinión creo que este estado de maduración prematura va en aumento hasta que maduras de verdad, ese punto en el que finalmente quieres quieres, pero ya no puedes.
Hay tantos textos que dicen exactamente estas cosas, que me parece hasta raro que tenga que escribirlo para darme cuenta de ello. Siempre he sido una persona que ha elegido su camino y en esta ocasión, una vez más, tampoco voy a dejar que decidan por mí. Y si tienes una opinión que difiere en lo que ahora mismo creo, ayúdame si te atreves.
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