4x04 Veinteañeros al borde de un ataque de nervios
- Sergio Camuñas Gómez
- 29 mar 2021
- 5 Min. de lectura

Engancharse a una serie facilona sin tener que poner de manifiesto el don dictatorial de las autocríticas, del “tengo que ver algo de calidad, aceptado por el resto de la humanidad”, es lo mejor que puede pasarte cuando llegas a casi la treintena.
Qué rápido pasa el tiempo en el que te sientes ligado a ese personaje del instituto e incluso te aferras a él después de ese tiempo como anhelo de nostalgia. No dejamos nunca atrás esos dramas que nos enganchaban y nos rompían el alma, al menos yo nunca lo he hecho ni lo haré, pero si es cierto que nos empezamos a fijar en otros prototipos y, llegado la veintena avanzada, o acabas fustigándote como Bridget a base de vino y pop de los 80, o intentas tener otros referentes.
Soy un obseso de las series. Llevo cuatro temporadas y más de 50 capítulos vinculando realidad con ficción pero, puede ser que por la monotonía o la extensa variedad de primeras temporadas que nos invade, llevaba tiempo sin coger el helado o, en su defecto – propio de la inminente cercanía a los 30 – el té de limón y jengibre y devorar una serie capítulo tras capítulo sin pensar en la hora o si un terremoto está cayendo fuera de casa.
Sonará a tópico, a banal, pero vivir en el estiloso Nueva York y llevar debajo de ti los ejemplares de los nuevos libros que serán superventas es lo que más me ha enganchado de mi nuevo “guilty pleasure”: Younger.
Vivimos con referentes como Sexo en Nueva York o Gossip Girl para los más “millenials” pero, desde que terminaron el vacío llegó a nuestros desolados corazones que se han visto envueltos en series de alto presupuesto en efectos especiales o demasiado políticamente correctas. Necesitábamos un respiro de aire fresco, y aunque todos poníamos los ojos en Ryan Murphy como el tío que nos traería lo más chic de nuevo a las pantallas, lo cierto es que ha sido Darren Star quien se ha llevado el premio al director que nos ha metido a través del tiempo y las generaciones directamente en su bolsillo, un bolsillo en el que estamos todos aquellos que queremos oír hablar de la vida, esa vida que no acaba a los 25 y que empieza en las primeras oportunidades laborales y los rollos de una noche que te hacen aprender más que las relaciones de mil años.
Y diréis, ¿Qué tiene Younger? A parte de ser la continuidad de la creativa imaginación del señor que dio vida a Sensación de Vivir, Sexo en Nueva York y la reciente Emily en Paris. Bueno, lo tiene todo. Estilo, éxito profesional y copas después del trabajo, todo lo que anhelamos los que estamos enamorados de la ciudad, más aún después de esta pandemia mundial. Tiene vida, que en estos momentos es lo que más podemos desear.
Verla en estos momentos en los que no sabes que será –literalmente- de tu vida en los siguientes meses es un poco “autodestructivo” pero, ¿Cuándo hemos dejado que el drama absurdo no sea el motor principal de nuestras andanzas?

No os lo negaré, comencé la serie con un propósito nostálgico al cien por cien. En cuanto sufrí en mis carnes la fatídica noticia de que Lizzie Mcguire no haría su adaptación a la actualidad por parte de Disney Plus el corazón se me hizo mil pedazos -estamos en pandemia, tenéis que entender que estas noticias afectan un poco más sin vino a las 03:00 un miércoles de estrés post trabajo “que paga facturas”- En el fondo pensaba en la poca suerte que había tenido Hilary Duff en los últimos años: intentó ser cantante y no hizo mucho más que pintarse el pelo de azul y ser despedida de Gossip Girl por quedarse embarazada. Me dio pena. Después investigué y, bueno, pena puedo dar yo escribiendo estos párrafos desde la cama que me vio crecer, en el pueblo, en casa de mis padres, después de haberlo perdido todo.
En realidad a ella no le había ido tan mal. Nada mal. Hace poco enseñó su casa en Vogue y en nada se parece a esta cama que me vio crecer. Y, bueno con esa pena descubrí a Kelsey Peters, su personaje en esta serie y lo mejor que me ha pasado en meses. Es triste, pero es cierto.
En realidad, lo que me apasionaba de la adaptación de Lizzie no era en si su regreso. Quería crecer un poco con ella. La sinopsis era algo así como “Lizzie ahora tiene 30 vive en Nueva York y es diseñadora de interiores” a mí que me encanta fantasear, ponía los ojos en blanco y pensaba: “Ahora Olite tiene 28 años vive en Madrid y es publicista” pero como la adaptación, mi pandemia fue equivalente a los mandamases de Disney que vieron que no funcionaba y todo se vino abajo.
Como decía, conocí a Kelsey Peters en Younger y hay veces que con estas pequeñas cosas te das cuenta de que puedes hallar lo mismo tomando distintos caminos, y el resultado puede ser incluso mejor.
Kelsey Peters es editora, un perfil en el sector de la publicidad con el que no estaba muy familiarizado. Literatura y campañas. Un office digno de cualquier redacción de moda y una vida de estrés y copas que después de un año de retiro espiritual es lo más reconfortante que puedes pedir cuando suena el toque de queda y tienes que volver a la soledad de tu casa en el pueblo.
Evidentemente, Kelsey no es la trama principal ¿Qué me pasa que nunca me fijo en el/la protagonista? Tengo que ponerle remedio a este complejo. La trama principal habla de una mujer de 40 años que decide mentir sobre su edad para recuperar de nuevo su vida, una vida que había dejado de lado por decisiones anticipadas de “dejarlo todo de lado por amor”. Entiendo que no me identifique con ella cuando hoy por hoy, he perdido todas mis esperanzas en ese sentido.

Y entonces aparece ella, la típica secundaria que se come la serie. Es egocéntrica, ambiciosa y mete la pata, tantas veces, que es difícil contarlas. Aun así, sigue creciendo y superando dramas cotidianos de esos que a veces nos parecen océanos cuando en realidad no llegan a charca y, además, los adereza con los estilismos de Patricia Field, con vestidos de noche y looks de oficina que hacen replantearte tus pintas durante estos meses.
Lo importante de Kelsey es que te cuenta una nueva historia. Ella ya no menciona el instituto, tampoco te cuenta que ha fracasado y tiene que volver a replantearse su vida con un divorcio y cuatro hijos a la espalda. Te cuenta como ya ha pasado el largo proceso de becaria y tiene trabajo. Como pelea día a día con un sueldo mediocre, un piso compartido y una lista de tíos que te muestran todas las taras que hemos tenido que soportar en las infinitas citas que teníamos antes de que tuviésemos que hacernos PCR para poder echar un polvo.
Ha crecido. No es Lizzie, por supuesto. Es Hilary y has crecido con ella, aunque ahora interprete a otro personaje. No ha pasado de la universidad al matrimonio y es importante identificarte en plenitud con este tipo de personas, sobre todo si te encuentras en un punto de tu vida en el que no sabes si has perdido el rumbo o si tu edad no acompaña a tus actos.
Porque es así, sigues siendo joven. Ahora sólo tienes la impresión de que no lo eres porque te han quitado lo que necesitas. Las largas noches de sociabilizar y las miradas fanfarronas en una barra, las cosas que te hacen sentir vivo. Un recordatorio para ti que me lees y para mí que te escribo. Es pasajero. Todo volverá.
Comments