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4x03 Este pensamiento no es el mío

  • Foto del escritor: Sergio Camuñas Gómez
    Sergio Camuñas Gómez
  • 29 mar 2021
  • 5 Min. de lectura

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Da verdaderamente asco cuando te sientes mal contigo mismo. Por muy buena persona que seas, mejor, que te sientas, si pasas por una racha en la que no te sientes del todo a gusto contigo, te vuelves una persona que realmente no conoces. Descubres facetas tuyas que ignorabas que tenías y, en la mayoría de los casos dan bastante vergüenza y repulsión.


Si eres una persona horrible de por sí, bueno, en primer lugar, no lo reconocerás, en segundo, es probable que esos pensamientos que se cruzan de manera intermitente por tu cabeza no te suenen para nada inusuales. Si, por el contrario, siempre has tenido buenas acciones e intenciones -salvo alguna que otra malicia sin repercusión- y de repente comienzas a pensar de esa manera te sientes desgraciado, un sentimiento que agudiza el anterior en el que no te sentías a gusto contigo mismo y acabas en un bucle, una bola que se ha hecho grande impulsada por chiquillos en plena nevada de Madrid en 2021, como metáfora de la cantidad de problemas que tu mente te auto impone.


Llevo gestionando ese sentimiento bastantes años, luchando con él, más bien. Te adaptas al darte cuenta de que tu vida es un continuo vaivén de caídas y subidas en lo que consideras el “estatus” de la sociedad. Entonces extraes hasta lo bueno de esa lucha constante de pensamientos buenos y malos. Sacas, por ejemplo, que también es gratificante aprender cuando estás arriba que, de un momento a otro, puedes ser impulsado hacia abajo con una acción gravitatoria o mecanizada de la noria que compone tu vida.


Veréis, en Con amor, Simon, Blue, en uno de sus emails le confiesa a Jacques –seudónimo de Simon- que se siente como en una noria. Todo aparentemente va bien, pero, tiene la sensación de que eso puede cambiar en cualquier momento. Una sensación auto derrotista que casi nunca tienes en el sentido inverso de las cosas. Y es cierto, yo he sentido lo que es cambiar. Cuando estás arriba siempre tienes miedo de caer y cuando estás abajo nunca tienes miedo a subir. En ambos cambios, el de ascendencia y descendencia, siempre hay momentos malos, solo que el cambio ascendente siempre es gratificante, aunque doloroso, y en el sentido contrario, es brusco, rápido y deja una sonrisa falsa, una justificación innecesaria y un discurso que no quieres dar.


Mi última caída -aunque en la cima, lo que tenía no era plenamente felicidad, al verlo desde lejos con una situación aún peor, parecía el paraíso en comparación- ha sido un completo fiasco. Al volver a tu casa de nuevo, con tus padres, al pueblo que dejaste atrás hace años te sientes derrotado, como si una parte de ti te sintiese un completo perdedor, pero no has perdido nada. Ese pensamiento, pensándolo de manera fría, no es nada positivo. Hace tiempo que quería un cambio y, reconozcámoslo, cuando querías cambiar era porque realmente querías hacerlo y ahora, sólo romantizas la idea de lo que tenías, porque siempre tendemos a recordar lo bueno de las cosas -o al menos ese es mi caso, y si en mi caso es así y en el tuyo no, doy gracias por aún conservar esta manera inconsciente de pensar. Pero, en realidad, no hay que seguir romantizándolo, eso solo queda bien con el tiempo, cuando miras hacia atrás y dices: he aprendido.


Ahora bien, tras esfuerzos intentando sacar lo mejor de ti focalizas todo lo que pasa a tu alrededor como algo que te ataca, ¿Cómo es posible? Las ayudas te parecen limosnas y los comentarios de apoyo y esperanza se convierten en la lluvia de cuchillos que caen en el videoclip de rain on me y tú no eres ni Ariana Grande ni Gaga para sortearlos con unos cuantos pasos de baile.



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Volvemos a la noria de Blue. En realidad, esta situación es cíclica. Se remonta a cuando estaba arriba de la noria, solo que en ese momento nada me llegaba a tocar, solo el aire que parecía brisa ahí arriba, en las alturas, donde creía que lo era todo y ahora, cualquier cosa parece la “polvisca” que te golpea en la cara y hace crujir tus dientes si hace viento en la zona de abajo de esa atracción que parece que no va a arrancar nunca.


La gente sigue avanzando y yo también, el problema es que no me lo parece. Te cuentan sus historias, historias que antes celebraba junto a ellos con un tercio bien frío o un seagrams con tónica en cualquier terraza de mi antiguo barrio, donde me sentías seguro y, aunque no lo pareciese en las noches de insomnio, feliz.


Ahora, no estoy en mi mejor momento y escribo estas secuencias de puntos en una habitación más grande que la que tenía, con más comodidades, y que aun así, no me llena para nada.


Y me siento infeliz. Infeliz por ser infeliz y por el hecho de no alegrarme de las buenas acciones y noticias de mis amigos -hecho que triplica mi infelicidad-. Os dije que daba realmente asco. Si. He de admitirlo. Estoy en un punto en el que no puedo alegrarme de nada bueno que pueda pasar a mi alrededor y frustra, porque yo no soy así.


En ese momento en el que sientes que la arena te da por el viento en el momento bajo de la noria, cualquier noticia positiva a mi alrededor supone una bocanada más de arena, un crujir más intenso de dientes que da dentera y una sensación más y más intensa de querer pulsar el botón de “comenzar” para poder subir de nuevo.


Lo que está claro es que mi alrededor no tiene la culpa. Y que es necesario saber que el que está actuando mal, soy yo. Si eso lo tengo claro, si te sientes identificado y tú también lo tienes claro, estás en el lado bueno de la historia y no, no hablo del bando fascista que glorifica Díaz Ayuso en su discurso. Si no en el lado de cambiar el chip. De pensar que cuando estés con la brisa en lo alto de tu torre pienses que puedes hacer para ayudar al que quiere, con todas sus fuerzas pulsar el botón de comenzar. Como todo, no acabarás con un “Eres tú” y un beso de película como Simon y Blue en un intento copiado de Marissa Cooper y Ryan en The O.C. pero, seguramente encontrarás a alguien en el camino que te vuelva a levantar cuando caigas de nuevo o, si no, al menos la confianza suficiente para colgarte de una de las vías de la noria y marcarte un Ryan Gosling en el Diario de Noah para seguir subiendo.


Si eres una de las personas que se siente atacada por este post. Lo siento, sé que no es justo. Entiendo mi egoísmo y sí, me alegro por ti. Sólo necesito tiempo.

 
 
 

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