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3x06 Historia de fin de año

  • Foto del escritor: Sergio Camuñas Gómez
    Sergio Camuñas Gómez
  • 7 ene 2019
  • 4 Min. de lectura

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La noche de fin de año une a todos para celebrar la llegada de lo nuevo y despedir, a veces de buena manera y, a veces, a empujones, el año que se va. En términos teóricos y simplistas ese es el resumen, pero aquí no nos quedamos nunca con, lo que con otras palabras, pueda definir la RAE. Que la teoría está muy bien, pero en la práctica, lo realmente importante, además de la unión y la fiesta antes, durante y después de las 00:00 es tirar de archivo y ver que narices has hecho con los doce meses que dejas atrás.


En mi caso, he de decir que este 2018 ha sido bastante especial para mí. No comenzó muy bien, pero como toda flor: vio la luz, la siguió y creció con la llegada de la primavera.


Recordando un poco y leyendo muy por encima como estaba el año pasado, puedo decir que la cosa ha mejorado bastante, aun así, hay cosas que siguen manteniéndose, porque así es la esencia de cada uno, tampoco vamos a empeñarnos en que todo cambie.


Como decía, volví a leer el post que realicé por estas fechas con la misma temática, pero con puntos de vista totalmente diferentes. La verdad, es gratificante poder comparar cuando las cosas han ido a mejor, cuando han ido a peor, lo siento, perdonadme, pero compararse es un asco, o sino, que se lo digan a tu “yo” de primaria, secundaria o bachiller cuando tus padres te comparaban con el listo de la clase.



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Como en este caso, el año que dejo supera al que dejé, he querido hacer un repaso línea a línea de lo que era y lo que soy. Para demostrarme y demostrar que un año da para mucho y que siempre es bueno tener metas a corto plazo, siempre que te ayuden a mejorar o, simplemente, recordarme que el año pasado estaba en una versión Bridget Jones tras conocer a Marc Darcy y darse cuenta de que no podía seguir bebiendo Lambrusco de la marca DÍA un sábado cualquiera de enero, ni fumar un paquete de cigarrillos Omé Mentolado cada tarde-noche viendo en la ventana la vida pasar.


Este año soy la mejor versión de los personajes de Historias de fin de año, todas aquellas que se alejan de lo lacrimógeno, bueno, y del amor. Pongamos que soy las únicas historias que realmente importan: la de Zack Efron y Sofía Vergara. En la película, el personaje de Zack cumple los propósitos de una desmejorada Michelle Pfeiffer y es, al final, quien se goza la fiesta. Por otro lado, la exuberante Sofía Vergara empieza el año rodeada de hombres y bombones, nada que añadir.


Así me siento. Pensad o recordad, que el 2018 llegó con la alegría de cumplir propósitos, y que el propósito era yo, soñando con imposibles y, de nuevo, aspirando dentro de los límites de, la que creo, es la madurez, aunque más que la madurez, podríamos llamarlo “facturas que ahora pagas tú y antes pagaban tus padres”.


Me he dado cuenta que en este año he disfrutado como nunca. He vuelto a ser despreocupado, ese despreocupado de amaneceres eternos e interminables cafés. También que sonreí de nuevo, cosa que sigo haciendo, como lo de sacar mil fotografías cada día y comprar, esas interminables compras que se han visto multiplicadas.


Soy yo de nuevo en la soledad reconfortante de mi habitación y, de nuevo, he comenzado a ver series a deshora. Invierto en crear y recuerdo. Compro, ya no por comprar, sino por estrenar, al instante claro, y aun así el añadido es que por primera vez llego a fin de mes.


Estas líneas, como en los buenos tiempos, han sido escritas a mano en un principio, en esa libreta que sigo conservando desde hace cuatro años.


Bailo siempre que puedo, vuelvo a ser el protagonista de mi propia historia. No hay tiempo para no hacer nada porque al fin me rodeo de gente que hace que el no hacer nada no resulte atractivo.


Como dirían en mi pueblo “no me pierdo una” y por fin, puedo estar en los momentos clave de las personas que me importan.


Quién me diría que, sin lentejas, sin oro en el Freixenet, sin lencería roja o sin visión de futuro, el futuro se transformaría en presente, sorprendiéndome en sólo cuestión de meses, haciéndome y proporcionándome el año de mi vida.



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No diré que no pido más porque si, pido mucho más, pero hasta ahora no me ha ido nada mal en comparación al muchacho que comenzó a escribir este blog. No me puedo quejar. Cierro este 2018 como cerraron una de mis películas visualizadas y nombradas de la existencia de este blog, el Bar Coyote. Al final, después de subirse tantas veces a la barra, de fracasar, de intentar arreglar las cosas, de luchar por algo que quería y ella misma impedía, a Violet Sandford le sonríe la suerte. En ese momento, cuando ve que todo está en orden, pregunta “y tú, ¿qué haces cuando ves que tus sueños se hacen realidad?" En este caso no tenemos beso a cámara lenta, música de LeAnn Rimes, ni un fundido a negro. La historia continúa más allá del “y fueron felices”, al menos por ahora, y puede ir a mejor, pero también a peor.


Para descubrirlo, sólo podemos dar la bienvenida a 2019 y ver que nos depara. De momento, una gran resaca.

 
 
 

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