top of page

3x05 La importancia de llamarse Martina

  • Foto del escritor: Sergio Camuñas Gómez
    Sergio Camuñas Gómez
  • 8 nov 2018
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 abr 2021





Es noviembre. Tengo la sensación de volver al pueblo en momentos clave. No solo volver por un acontecimiento en concreto, sino que cuando tengo preparada la vuelta o cuando, mi estancia se prolonga unos días allí, suceden cosas. En este sentido siempre creo que algo “malo” es lo que sucede pero, no tiene por qué ser así. Las cosas buenas también llegan y, esta vez, mi viaje programado llevaba un regalo que no tenía previsto, un regalo llamado Martina.


Llevaba tiempo sin volver al pueblo. Han sido unos meses en los que me he sentido por fin a gusto en una ciudad que me ha visto ocho años crecer. Todo lo que he alabado de esta ciudad parece que no es nada más que el reflejo de los últimos meses o años. No siempre he estado tan ligado a la ciudad como ahora y se nota. Mis vueltas cada vez se alargan más en el tiempo y, en verdad, es gratificante. Siempre he preferido echar de menos que de más y, ahora, estoy en un momento en el que los regresos y las estancias largas vienen marcadas por una buena racha. ¿Quién me lo iba a decir hace meses? La vida te sorprende a veces a bien, hay que disfrutar de estos momentos mientras duren, nunca sabes cuándo van a acabar.



Estamos entrando en esa época del año en el que las 18:00 es de noche y, que, inevitablemente, al salir a las 19:00, la noche se cierne en las cuatro paredes del trabajo. No importa, como he dicho, es algo que no me afecta.

Tengo los billetes comprados para mañana. Es un fin de semana largo asique quiero ir. Además, una de mis mejores amigas se va a México, nada serio, unas vacaciones, pero llevo tanto tiempo sin verla que me apetece despedirla. También estoy en el punto clave de que necesito un finde de desconexión.


La última en Madrid nos reunió a todos los que hemos compartido el verano de 2018 y, aunque hubo cambio de hora incluido, la noche no vio fin hasta las 12:00 del mediodía. Es lo bueno que tiene Madrid, puedes estar todos los fines de semana en casa de tu amiga y, llega uno, en el que conoces a los vecinos de enfrente, los vacilas, te olvidas, los encuentras de nuevo en la discoteca y acabas de after en su casa como si fuesen amigos de toda la vida. De locos, al mismo tiempo que adorable.


Como decía, necesitaba un respiro. 18:30 del día previo a coger tus cosas y marcharte a casa. Admitámoslo, son minutos poco productivos. Mirar en google cualquier hype del momento como el estreno de todo lo nuevo de Ariana Grande, enserio ¿Esta chica va a dejarnos respirar este año? Literalmente llevo entre cinco y seis microinfartos entre el anuncio de su disco Sweetener y ahora el Thank U Next. ¡Para! De repente, suena mi teléfono. Mi madre, que raro, seguro que es para recordarme una vez más que coja los billetes del tren porque dejo siempre las cosas para el último momento o para decirme que quiero de comida para el sábado, para esa comida familiar que es obligatoria si llevas dos meses sin volver a casa.


Pero no. La llamada era para decirme que mi hermana ya había roto aguas. Esta es mi tercera sobrina. Podría estar acostumbrado a este tipo de noticias, pero cuando has visto que hay caminos más tortuosos que otros, y este lo era, la alegría se multiplica exponencialmente al camino recorrido.


Una vez más, mis planes cambiaban. No sería un fin de semana igual a otro. Sería el fin de semana donde conocería al nuevo miembro de la familia, todo cuando pensaba que lo único interesante de los últimos era descubrir, engancharme y devorar lo nuevo de Sabrina: Cosas de Bruja.



Bueno, nunca he gestionado muy bien mis emociones. Cuando me enteré solté el móvil, la gente se asustó, evidentemente, y hasta mi jefa, la mujer de hielo más fría que he conocido, salió para ver qué pasaba.


Un minuto de silencio por el momento más embarazoso y vergonzoso de mi vida, intento no dramatizar más de lo necesario, pero no puedo hacerlo al pensar en el abrazo que segundos después le di a esa mujer al salir del despacho, una mujer que repetiré, era más fría que un témpano de hielo, mientras las miradas de mis compañeros y las risitas por debajo de la mano se extendían por toda la sala.


Daba igual en ese momento, todo daba igual. Billete en mano, viaje en curso y el momento decolarse en el hospital en horario en el que no se podía. Porque sólo tenía una misión, una misión que tenía que cumplir con rigurosa determinación y es que, una mujer embarazada que acaba de dar a luz ¿qué es lo que más desea? Si no lo puedes imaginar, como yo, siempre tendrás a quién te lo pida y yo, la única petición que tenía por parte de mi hermana era la de hacerle llegar, fuese como fuese, un bocadillo de Jamón Serrano.


Ahora que tenemos a Martina con nosotros es como la sensación de haber cumplido una meta. En el caso de mi hermana, ya solo tiene que escribir un libro para, según teorías conspirativas, estar completa. En mi caso, aún me queda mucho para sentirme completo, bastante de hecho, pero nunca está de más alegrarte por ver cumplir los deseos de los demás, para variar.

 
 
 

Comments


bottom of page