2x22 El cuento de Olite43
- Sergio Camuñas Gómez
- 9 jul 2018
- 4 Min. de lectura

Según mi responsable de departamento, la definición animada del estado actual de mi vida es la siguiente: soy un pollito, un Chiken Little, lo que casualmente me ha repetido una amiga desde que era un pollito de verdad, podría ser una perita en dulce, pero eso solo es cuando salgo de fiesta. Soy un pollito que acaba de salir del cascarón y que sigue aprendiendo de sus primeras experiencias, creciendo cada vez más y más para, no sé, llegar a ser, un pollo, por ejemplo. Que mi ansia de querer llegar a lo más alto a corto plazo es solo eso, ansia. Porque mirando atrás podré comprobar todo aquello que he logrado. Y así quiero acabar en este recién terminado Junio, la segunda temporada de mi serie particular. Un paseo por estos, aunque parezca mentira, 43 posts.
Cuando comencé a escribir estaba perdido, literalmente. Comenzaba a trabajar, lo que siempre había querido hacer. Quería un respiro de estudio, de la vida sedentaria de la universidad que sólo me permitía una hamburguesa de Mcdonalds a la semana como capricho, una vida en la que cogía, o en su defecto perdía, más autobuses a casa que balones de Gea. Era una época extraña, supongo que la vida va a rachas y yo terminaba una etapa que recuerdo como uno de los mejores momentos de mi vida, el comienzo sin letra de Olite, dónde las canciones se convertían en la banda sonora de aquellos días, donde por primera vez, de la mano de la mejor compañera de piso que habría podido llegar a tener, vivía plenamente la experiencia de la independencia que había emprendido dos años atrás y aún no había consolidado, o yo no había logrado disfrutar.
Y trabajé, pese a que era lo que quería en ese momento, me autodefino como inconformista y seguía sin disfrutar, aunque mis días en aquella cafetería fueron dignos de recuerdo, conocí a gente que ha quedado marcada, compañeros de batalla e historias, el despertar de lo que para mí fue conocer Madrid y conocerme a mí en ella.

Cambié de aires porque, de nuevo, me sentía estancado y me sumergí en lo que sería una etapa de transición, con mi blog creado y contando vivencias, algo que ya había hecho con anterioridad pero que, por pereza, nunca había llegado a continuar. Y llegué a esta segunda temporada que acaba hoy cuando todo estaba cuadrado para haber acabado la semana pasada, Orgullo 2018, qué os voy a contar.
Hemos pasado tanto, que miro atrás, leo aquellas primeras líneas de 2015 y pienso en lo afortunado que soy, en que puedo crecer más, conseguir más y seguir aspirando pero que el camino es pausado y acertado, mi camino, el que he decidido recorrer con las personas que me rodean y me ayudan día a día a seguir, los que me dicen que les encanta leerme y los que me obligan a publicar cuando ha pasado bastante tiempo sin hacerlo, los que esperan verse reflejados en estas historias y los que empiezan a aparecer en ellas.
Este fin de semana ha sido el mayor evento que presenta Madrid a lo largo del año, mayor incluso que la nochevieja de Ramón García. El Orgullo concentra a más de 2 millones de personas de todas partes del mundo y ahí estábamos un año más los que repetíamos, las nuevas incorporaciones, conocidos, conocidos de conocidos y los que asistían por primera vez, juntos. Recuerdo y río a carcajadas incluso, solo en el metro o con los auriculares en el trabajo, haciendo pensar que mi cabeza deja mucho que desear, pero sólo puedo reír, sonreír y agradecer cuando veo la carpeta multimedia de mi 6S ¿Es el mejor tiempo de nuestras vidas? ¿Puede que deje de hablar sobre el pasado para empezar a hablar sobre el presente? Imaginaos si he cambiado para poder decir esto.
Lo que se es que me rodeo de gente extraordinaria, en el trabajo, en casa y fuera de ella, cuando voy a mis raíces y tengo a la familia, cuando no importa que pase el tiempo porque “los de siempre” siguen ahí, con cambios, pero sin pérdidas. Y se que no estoy solo ni lo siento y que me encanta hacer planes y entrelazar amistades que es lo que ha pasado este fin de semana.
Ávila, Toledo, Canarias, Cáceres, Gijón, Ciudad Real. Las provincias se multiplicaban en lo que ha sido el mejor Orgullo de la historia. Qué grande es cuando juntas a gente dispar con gustos, pasiones y aficiones diferentes que se unen para disfrutar, sin hacer daño a nadie, cuando salen cosas como las de estos días, llenos de purpurina, colores, y alcohol, mucho alcohol una vez más. Pero, sobre todo, cómo da la vida comentar la partida cuando todo ha acabado. Muchas son las incorporaciones a esta serie, cada vez más y más consolidada y muchas quedarán para la vuelta, en esa tercera temporada que seguro, tendrá miles de sorpresas y en la que espero recrearme. Esta vez sin propósitos o expectativas, solo con la esperanza de seguir en la misma situación que ahora, una momentánea autorrealización a cámara lenta, como la coronación de Cheryl Blossom como Serpiente en el final de la también segunda temporada de Riverdale.

Y a todo esto me ha llevado una canción, por primera vez me inspiro en música en vez de en cine o series de televisión. Esa sensación. Cuando una canción te hace de transporte y sólo con los primeros acordes te sientes en otro momento, aunque a la vez estás aquí. En una cafetería de barrio desayunando un lunes por la mañana porque me he levantado demasiado temprano, tengo la hora cogida. Suena Keane y su The last time, la misma canción que escuchaba día tras día en esa cafetería donde aún no era yo, dónde me estaba encontrando. Estoy solo ante mi café, mi zumo de naranja y mi croissant de mantequilla y mermelada de fresa, escucho el ajetreo externo, pero sigo en mí, reflexionando, sonrío e inmediatamente escribo, sigo haciéndolo en notas de texto en el móvil, pero no importa.
Qué lejano parece todo y que presente lo he tenido, con una canción, una simple canción que me ha hecho darme cuenta qué todo ha cambiado. Sigo siendo un pollito, pero el cascarón se está viniendo abajo, en este, para mí, mejor tiempo de nuestras vidas.
Un año más, nos vemos en otoño.
XoXo Olite43.




Comentarios