2x20 Por miles de razones (Part II)
- Sergio Camuñas Gómez
- 13 jun 2018
- 4 Min. de lectura

Ya está, ya ha pasado, ya puedo hablar de ello. Hemos tenido la primera despedida de soltera de nuestro grupo de amigos. Este planteamiento se divide en la opinión distinta de dos tipos de grupos de personas: los que dicen “qué mayores, cómo pasa el tiempo” y los que se decantan por el “¿Ya? Si sois muy jóvenes”. Si tuviera que decantarme, yo me decantaría por ellos, cada uno de ellos, porque solo con reunirnos, la felicidad está servida.
El año pasado vi la primera temporada de Por 13 razones y descubrí con ella la manera de contar un poco de nosotros, solo por el juego de palabras del título, sin violencia ni suicidios. Un año después, he visto la segunda temporada y me he enamorado un poco más de todos y cada uno de sus personajes. Como lo estoy de ellos, aunque no parezca cierto, y este fin de semana hemos vuelto a reunirnos, no todos, pero si muchos. Y una vez más, esta es nuestra historia:
Bueno, tres días pueden dar para mucho y más cuando el tiempo te ha deparado más de lo esperado de los tuyos. He de reconocerlo, no tenía mucha expectativa, he tenido muchas cosas en la cabeza que no me dejaban pensar en mucho más allá, pero vamos, que las he superado. Porque si, las expectativas pueden ser superadas por la realidad y este fin de semana así ha sido. Tanto así, que al llegar el domingo nos faltaban horas para pasar juntos, tanto así, que por primera vez no me importó no escuchar durante días algún tema del repertorio Caribe 2001. Los días se nos habían escapado entre carcajadas y botellas de alcohol.
El jueves empezaron las primeras reuniones, una visita que se alargó hasta las 02:00 sabiendo que a las 08:00 del día siguiente ya estaríamos en pie. Nos dio bastante igual, queríamos hablar, planear y reír. Porque otra cosa no, pero risas, nunca ha habido llanto si ellos están, al menos no importantes, porque los dramas también son una parte importante de nuestra amistad, pero eso va aparte.
08:00 del viernes. Suena el despertador. Podría no haber sonado, habíamos dormido bien poco. Maletas, nervios e ilusión. Nos íbamos de viaje y era el sitio perfecto.
09:30 disfrazamos a la novia y desayunamos. 11:00 entre cajones de botellines, chucherías, decoración al más puro estilo Zafarrancho en el Rancho y un pendrive lleno de música variopinta llegamos a una casa perdida en mitad de la nada, un sitio tan escondido que confundimos la situación con un timo al meternos de lleno en un desierto de arena y piedras del que no sabíamos salir. Y qué decir, beber, beber y beber. Cambiar botellines de un lugar a otro para comenzar con las primeras disputas del día, de la tarde, de la noche y del fin de semana. De esas disputas de “te odio” y “te quiero” a la vez, de las que duraban menos de cinco minutos y consistían en insultos y miradas desafiantes con posteriores “anda, ven” y besos de abuela. Somos nosotros.

Del viernes no hablaré, no me acuerdo. Solo recuerdo risas, muchas risas y el sol saliendo al final de una noche que de lo buena que fue, fue corta. La unión de la mañana nos hizo más nosotros si es posible y con esos primeros rayos llegó el sábado. Con sus nuevos disfraces, sus nuevas anécdotas y sus nuevas historias.
11:00 del sábado. Divididos en taxis, con gafas de sol y el dolor de cabeza de los estragos del viernes llegamos a Granada. Y aunque el día prometía lluvia, como nuestras caras al despertar, el sol salió poco a poco para que pudiésemos disfrutar de sus calles, de sus gentes y sus muchas otras más despedidas.
Pruebas a la novia, cañas, cañas, cañas y, ¿Por qué no? Copas. después de todo eran sólo las 18:00 y seguíamos juntos, de fiesta y sin ganas de parar.
21:30 del sábado. Cena con espectáculo, que fue más espectáculo que cena. Puede que mencione y que repita muchas veces lo de risas, pero es que era el motor de todo. Copas, copas y copas. Joaquín, Cebolla y Samantha. La discoteca con más madera del mundo y la mejor música. Y bailamos, bailamos hasta morir, como vaticinaban las hermanas Sanderson en El retorno de las brujas incluso hubo alguno que se sintió Madonna como la madre de los protagonistas de la misma película.
Y así, sin darnos cuenta, llego de nuevo la luz del día. Y esta vez la unión no fue de grupo sino con el taxista a quien confesamos cuál párroco todos nuestros pecados de este apoteósico y especial fin de semana.
Ha pasado tan rápido que parece que no nos ha dado tiempo a disfrutarlo. Los “dale duro que le gusta”, el “solo solito en la habitación”, las carcajadas de la novia y los “qué guapo” de algunos de los presentes son la prueba que queda de ello. Puede que no entendáis mucho al leer este post, lo que pasó allí se queda allí y en la capacidad de memoria de nuestros móviles.
El domingo no éramos nosotros, solo entes que circulaban sin rumbo de habitación en habitación de la casa, al menos yo lo recuerdo así. Y volvimos.
16:30 del domingo, vuelta a casa. De nuevo divididos en coches volvíamos en el trayecto más largo jamás contado, botella de agua de 5 litros bajo el brazo y las sobras de este fin de semana.

Ahora os digo, como si vosotros fueseis Kevin O´Donnell haciendo la última frase de la película el Bar Coyote, “¿Qué haces cuando los sueños se hacen realidad?” Y yo haciendo que respondo como esa Violet Sandford con, “Pagar antiguas deudas” que mi deuda es con vosotros, por descuidado, y mi forma de pagarla es esta, escribiendo, así la gente entenderá, esa gente que dijo que algún día nos separaríamos por ser un grupo tan grande, que seguimos juntos. No de la misma forma, pero si con la misma fuerza.
Pensé en llamar al post Resacón en Granada, pero sería darle importancia al alcohol y no a la relación que tenemos y preferí prescindir de ese título. Nos quedan muchas más, mucho más que contar y, ¿Quién sabe? Puede que el siguiente sea, Resacón: ahora en ¿Albacete? Son hipótesis que aún no están resueltas, para descubrirlo tendremos que dejar el tiempo pasar y a mi mano seguir escribiendo.
De momento, la primera estación de este Junio ha pasado y podemos decir que hemos dejado el listón bastante alto, en conjunto, porque esto ha sido cosa de grupo: mi grupo. Gracias.
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