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2x16 Dolor y, ¿Dinero?

  • Foto del escritor: Sergio Camuñas Gómez
    Sergio Camuñas Gómez
  • 8 may 2018
  • 5 Min. de lectura

Con este título podría haber englobado mi mes de abril. El post de la semana pasada y este. Pero yo soy como las nuevas sagas, de dividir el último libro en dos porque así soy yo, porque soy fan del final de Crepúsculo, de Harry Potter y menos del de los Juegos del hambre, todo hay que decirlo. Por eso, y porque mi vida no da para más, si soy totalmente sincero.


Podéis tomároslo como cuando dividían un capítulo largo en dos partes en las series y cuando terminaba el primero ponía “continuará” cuando ya sabíamos que continuaría porque era el capítulo 16 de 22. Pues aquí igual, pero sin “continuará” y con nombre nuevo que lo de “Parte II” es muy de los 2000.


Mes de abril, va a dar para dos post y en realidad, creo que ha sido bastante monótono pero la falta de dinero que comentaba en el anterior post me hizo tomar una seria decisión: me he apuntado al gimnasio.


No he querido precipitarme de todos modos a la hora de contarlo, ya llevo un tiempo. Normalmente solía apuntarme, ir una semana, aburrirme y darme de baja. Y dije, ¿De verdad quieren leer otra historia de otro propósito fracasado? Ni lo queréis vosotros ni lo quiero yo. Entonces, como Samanta, he esperado a superar la barrera de los 21 días que dicen que es la clave de convertir algo eventual en hábito, la que no superé con el mi firme propósito de no gastar dinero. No es que me sienta yo muy fit, pero este mes y poco ha dado para contar algo, mi humilde punto de vista sobre este mundo de músculos perfectos y cuerpos imperfectos.



Partimos de la base de que yo no he hecho deporte en la vida, he bailado, pero nada que supusiera un esfuerzo sobrehumano, era la típica persona que llegaba a la hora corriendo en Educación física solo por el 10, la persona que los demás días, cuando había que seguir corriendo, se escondía detrás de unos arbustos del instituto para poder sentarse y respirar, la persona que a los diez minutos de “empezar a correr”, entrecomillado porque cualquier otra persona podría denominarlo “andar rápido”, tenía flato.


Pero he de reconocer que hubo un tiempo en el que el zumo de naranja matutino, las tostadas de tomate y el té verde hizo mella en mi, un tiempo en el que el mejor momento del día era levantarme e ir al gimnasio, pensaréis que si ese era mi mejor momento como serían mis días por aquella época, siento desilusionaros, eran idílicos, los veranos perfectos que ya nunca tendremos, pero ese es otro tema que en este post nada tiene que ver.


El caso es que las cosas no son como las recordaba de ese verano donde el gimnasio de mi pueblo estaba vacío y la indumentaria estándar de los que allí íbamos era una camiseta vieja y rota, unos pantalones de un euro del mercado de los jueves, una toalla con bordes de encaje y una botella de agua de litro y medio, para no desintegrarnos.


Puede que hayan sido los años, puede que haya sido el lugar, pero hoy por hoy, ni los gimnasios son tan desérticos como ese verano de 2011, ni las pintas tan desaliñadas como entonces.


Ahora hay tres tipos de personas fit, siempre para mí, como todas las teorías y conjeturas que puedan aparecer en todas y cada una de mis letras: Los pro, los nobel y los que van a ligar. Ésta última categoría se dividiría en subs donde entrarían las dos primeras.


Los pro, por regla general creen que el gimnasio es suyo. Sus ejercicios son los más complicados, y emiten sonidos que equivalen a ruidos más raros que los de los tenistas cuando golpean la pelota con la raqueta, algo que estaría entre el orgasmo y el simple asco, como yo en una discoteca cantando por Mónica Naranjo.


Los nobeles por el contrario se ven cohibidos, nos vemos, porque no se en que grupo pensabais que estaría, pero me falta la “L” colgada en forma de colgante para llaves totalmente personalizado y fit para definirme completamente como “Lerdo” entre máquina y máquina. Somos la nueva especie, los que creemos que en un mes nos vemos resultados y que ir cuatro días a la semana es el mayor clímax del mundo gym.


Y luego, entrelazados, cogiendo un poco de cada extremo encontramos al grupo que lleva zapatillas de deporte colorineras, camisetas que parecen tops y tops que parecen piel, mallas que no dejan nada a la imaginación, toalla a juego y bebedor a conjunto. Las personas que, a parte de postureo gym, tienen una misión en la vida mucho más evidente que la de estar bueno, que probablemente ya lo hayan conseguido, y ahora están en otra fase, en la de enseñar el proceso y el no proceso que han tenido de trayectoria. La especie clara que tiene como objetivo final una relación fit, o sin relación, un algo fit. Los que directamente van a ligar.


Desde fuera, llegando las primeras semanas observas, como Lindsay Lohan en Chicas Malas cuando llega al instituto recién salida de África. Pues ahí estaba yo, sin el pelo rojo, pero con la misma mirada comparativa, viendo, como en mi pueblo, que si son diez chicos y diez chicas la mezcla tiene que cuadrar sea como sea. Y pese al crecimiento de los establecimientos el recinto se llena, siempre. Hay que coger sitio frente al espejo con antelación de un día y si quieres empezar una clase es mejor que te quedes atrás, observando, porque si, los profesores también le dan al ligoteo.



Ahora soy un aventajado, un mes y medio después ahí sigo, dándole forma a este cuerpo sin demasiados resultados a parte de una serie de largas y permanentes agujetas que se distribuyen en distintas zonas del cuerpo a distinto tiempo y, a veces, se reparten de manera igualitaria en el mismo periodo. Y me río de todos aquellos que gritan cuando el peso les sobrepasa, de los que al llegar están y al irme se quedan y de los que se creen que están en Gym Tonic y en realidad están en AltaFit.


Pero es adictivo, he de reconocerlo, como reconozco que saliendo de las duchas del vestuario me he mirado orgulloso en el espejo, de refilón claro, para no parecer más egocéntrico que el resto que se pelea por un hueco en el lavabo. Porque ya tengo hasta mallas, prestadas y sin estrenar, pero ahí están, en el armario, esperando a que dé el siguiente paso. Después de todo ya no soy el nobel de las pesas del cinco, ahora soy el nobel de las pesas del diez. Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para Olite43.

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