2x15 El precio del arrebato
- Sergio Camuñas Gómez
- 25 abr 2018
- 5 Min. de lectura

Muchas cosas han pasado este año. Más de las que parecen, ahora entiendo muy bien las series, cuando creemos que algo es un aburrimiento total o una trama se alarga más de la cuenta es que no nos ponemos en la piel de los personajes como caricaturas de la vida real. Un simple cambio de estilo ya presagia el shooting promocional de una nueva temporada, un nuevo personaje, sin embargo, presagia el fin y el comienzo, la semilla de la duda, la duda de si encajará o no. Mucho ha cambiado. Hemos pasado de ser jóvenes, a por qué no, adultos, en realidad ya quedan dos meses para que mi abono joven de transporte público caduque, es una clara señal.
Pero a pesar de haber cambiado, mucho, de nuevo repito, hay cosas que no cambian, y una de ellas es el dinero. Si, es otro post sobre el dinero y la compulsividad, soy como el capitulo dos de Britney Spears en Glee, irrelevante y a la vez necesario. Os he contado todo, desde mi tendencia a las compras como mi apuesta personal de no gastar en diez días, pero en ambas ocasiones la tarjeta tenía liquidez. Esta vez, no.
A modo croquis para los que no conocéis el recorrido de estas confesiones y delirios de un posgrado, os resumo:
Empecé la primera temporada trabajando en una cafetería, como todo gran futuro triunfador, el Orlando Bloom español, vaya. No era una novedad pero si un paso más, siempre había estado en la comodidad del pueblo o la que me proporcionaba ir a clase de lunes a viernes. Después de un año y medio sintiéndome Penny (The bing bang theory) decidí dejarlo para retomar los estudios y lo hice, lo retomé y lo saqué, mientras, trabajé en otro bar, el del enchufismo, para quienes sigais la serie desde el principio. Estudios y bar pasaron a convertirse en estudios y tienda, un salto en la escala laboral del trabajador, o eso creía yo. El estudio acabó y, cuando pensaba que mi vida en la gran ciudad llegaba a su fin, aparecieron las prácticas.
Prácticas y tienda. La combinación fatal que me llevo a la conclusión que me ha llevado a este mes fatídico. El arrebato de dejarlo todo antes de tiempo, ese arrebato del que no me arrepiento pero del que sufro las consecuencias hoy, cuando, como se comentó en el anterior post, he pasado de becario a empleado. La fantasía de la vida.
¿Cómo es lograr lo que siempre has querido y no tener dinero para poder celebrarlo en condiciones? Bienvenidos a mi mundo. A mí mes de Abril. A mi verdadera cuesta de enero, porque de enero me río yo.

Como empezar, si, bueno, se como empezar. Por Marzo. Ese mes donde yo ya sabía que pasaría en abril, el mes donde el ahorro brilló por su ausencia, como mis diez días sin comprar. Así. Y efectivamente me pasé el mes entre fiestas los fines de semana, pagos atrasados y la Semana Santa, que se presagiaba como la prueba de fuego y, bueno, puedo decir que acabe en el suelo de la pista de baile, literal, sin el glamour de Beyonce o Rihanna, más como Lindsay Lohan o las Olsen tras sus múltiples salidas de centros de desintoxicación. Conclusión: ahorro cero.
Marzo, ¿Porqué no me avisaste de abril? ¿Porqué, por ejemplo, no me dijiste que me llegaría esa multa que me pusieron en diciembre por, tristemente, beber cerveza en la calle? No se, podría haber venido en mayo o directamente haber prescrito después de cuatro meses. No se... a lo mejor es que lo de que lo malo siempre viene acompañado es más verdad que ninguna otra verdad universal. Marzo, no me avisaste.
No me avisó, lo vuelvo a repetir para que, repitiéndolo varias veces, os llegue el dramatismo y la tristeza de mi mes de Abril. Porque Abril ha venido completito, con mi esperanza de que todo fuesen lluvias en fin de semana y días de película, manta y sofá, esperanza que se fue al traste al comprender que ya no tengo un día libre sino dos, tiene gracia la cosa, algo bueno visto desde otro punto de vista es lo peor que puede pasarte.
Mes de Abril en Madrid. De lunes a viernes todo estaba controlado, salvo algún desliz, sobre todo alimenticio, la cosa iba bien. El problema, el verdadero problema venía en fin de semana. Nunca pensé que viernes noche, sábado y domingo pudiesen pasar más lento que un capítulo de True Detective. Pero he salido, todo muy low cost, eso si, y los días que no he salido, me matareis, pero dios bendiga a la lluvia y a la comida de mi madre que han sido las causantes de que aún tenga “dinero” en este 25 de abril donde aún quedan cinco días para cobrar. No se vosotros, pero un mes para mí se divide en tres partes como toda buena novela: introducción, nudo y desenlace y las peores fases son la primera y la última, porque el nudo, sorprendentemente pasa de largo dejando paso al desenlace en el que fundimos la cuenta. Con nudo me refiero a la última semana, donde el drama se palpa, donde la cuenta ya no tiene números rojos, en realidad este mes, ¿Qué color podemos darle cuando está a cero? Si Holly de Desayuno con diamantes le tenía miedo a sus días rojos yo se lo tengo a los números, los números de ese mismo color, números que he visto caer en picado y que me han dado más de un dolor de cabeza como, por ejemplo, agotar el abono del metro antes de tiempo y quedarme entre una parada y otra de camino al trabajo. ¡Te has pasado mes de Abril!

Prometería que he aprendido la lección, que nunca más volveré a pasar hambre como Escarlata O'hara en Lo que el viento se llevó, pero como ella, sigo siendo descaradamente caprichoso y probablemente habrá algún otro capítulo donde la protagonista, una vez más, sea mi tarjeta de crédito. Si que cómo en cada una de mis experiencias sigo aprendiendo, a administrar, a contar días y dividir el dinero que tengo para pasar el mes entre esos días, a que si me espero tengo comida en casa o que el botellón vuelve a estar de moda y más si tienes una amiga con piso en uno de los barrios más emblemáticos de Madrid. He aprendido que si sales un sábado el domingo no gastas y viceversa. Que compréis, disfrutéis y viváis las cosas como vengan y cuando se pueda, porque cuando no se puede no se puede. Y que si ves que el hoyo es muy grande, no te preocupes, del hoyo se sale, tarde o temprano, os lo digo yo que cayendo en Marzo y hundido en Abril ya veo la luz de Mayo.
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