2x13 (200) días juntos
- Sergio Camuñas Gómez
- 26 mar 2018
- 4 Min. de lectura

El título de la película tiene que ver tanto con este post… El día que la vi me enamoré de las películas que no acaban bien, no en plan terrible a lo novela de Nicolas Sparks, sino en sentido realista. Un realismo que te hace decir “qué de verdad es”, ese realismo del que después me enamoré en “Como Locos”, en “La la land” sin música y en mi última gran adquisición “Llámame por tu nombre”.
Me enamoré con ella de sus personajes y, a pesar de no haberlo vivido aún, sentí ese desamor como lo más puro y verdadero que jamás había experimentado. Después la volvía ver, una y otra vez, como todos y cada uno de los capítulos de Friends, o como hace la gente corriente, cuando lee alrededor de su vida “El Principito” con la convicción de sacar nuevos significados, una lectura entre líneas de guion que se les había pasado. El alimento de artículos banales de secciones chorra en revistas como Cinemanía y Fotogramas del tipo: La vez que metieron una toma falsa en Friends y no te diste cuenta.
Descamé una y otra vez esos fragmentos de película y saqué distintos puntos de vista en cada una de sus reposiciones. No es la primera vez que hablo de ella, y para que veáis, el contexto es totalmente distinto. Mientras, hace un año, me volcaba de lleno en su interpretación a través del trabajo, hoy lo hago en el sentido de las despedidas. Lo que pueden dar de sí una hora y treinta y siete minutos.

Esta semana ha sido la extensión de lo que también ha sucedido este sábado. La sensación de que nos han arrebatado una hora de fiesta por la cara, ese cambio de 2 a 3 que descuadra. No hemos llegado ni a 500, ni siquiera son 200, pero me pegaba más en el título que un 256 o un 245, por ejemplo, cuestión de estética.
Pues sí, diez capítulos y seis meses ha durado nuestro nuevo inquilino, el nuevo chico Olite, a lo quinta temporada de “New Girl”, cuando nos pensábamos que era la nueva Zooey Deschanel de la casa nos da un zas y pasa a ser la Megan Fox que llegó, revolucionó y se fue. Pero así es, me quedo con la sensación de que pasando el umbral de la universidad la habitación pequeña de la casa ha sido más volátil que ninguna. Han pasado tantas personas que cuesta acordarnos de algunas, pero de este último si nos acordaremos, para bien o para mal ha hecho historia.
Con su marcha prematura hemos experimentado todo tipo de sentimientos: pena, rabia, decepción, alivio… suena a mal pero no, la verdad es que no. Mal ha sido que la despedida haya constado de dos llaves inconexas encima de la mesa de mimbre de la entradita. Me lo había imaginado todo: últimos cigarros en la ventana, una última cena e incluso la última fiesta, no sé, para celebrar que por fin me han contratado, después de tantos meses, en el trabajo que estaba esperando. Pero no ha ocurrido.
Y he aquí la similitud con la película. Una película donde se analizan los puntos clave de una relación. Desde las cosas que se creen ver hasta las que en realidad están pasando. Cuando nos contó la noticia, bueno, aparte de ser una situación incómoda, lo primero que pasó por nuestra cabeza fue la acumulación de buenos momentos que habíamos vivido. Esas cañas de la primera semana, ese concierto, el haber desplazado los cigarros en soledad de la habitación a los de compañía en la cocina, las noches de fiesta, los lunes de OT, las películas a medias y las noches de salón. ¿Pero en realidad todo fue así? Hay momentos en los que dudo. Puede que los momentos en los que nos encerrábamos en la habitación, en los que se daba preferencia a desconocidos por error, los momentos en que chocábamos, las invitaciones rechazadas, las excusas, los sábados sin salir de la habitación hasta a medio día, las salidas de fiesta en las que no podías participar, los amigos a los que no podías conocer o la incompatibilidad de caracteres fuese lo que dominaba en esos seis meses. Y puede que el horario que mantenía las ausencias de sol a sol hubiese hecho enmascarar, sin saberlo, esa cruel realidad.

¿Qué diferencia hay entre cómo vemos las cosas y cómo son en realidad? ¿Con qué nos quedamos? ¿Con el día en que recibimos la noticia dónde todo era un drama constante hasta las tres de la mañana? ¿O tal vez con los tres últimos días de indiferencia y evitación?
La verdad es que con ambas. No podemos elegir, las cosas han pasado como han tenido que pasar, sin florituras. Lo bueno que saco es que cuando pensaba que no tenía nada que escribir, la vida nos da giros que nos dan ese punto interesante que nos faltaba, si no sintiésemos no viviríamos, eso está claro y sino se hubiese ido probablemente hoy sería diferente hasta esta publicación. Me quedo con todo, desde la entrada en septiembre hasta la no despedida de marzo. Sobre todo me quedo con que cuando pensaba que me conocía a mí mismo me he dado cuenta de que no. Cuando siempre he creído que tengo intuición con las personas y no, o cuando siempre he dicho bien claro que no doy segundas oportunidades y ha sido a mí a quien no se la han dado.
¿La moraleja? Como en la película, la realidad supera a la ficción. Mientras que el día 59 fue perfecto, el 120 se caracterizó por las peleas, el 190 por la decepción, llegando a un 195 de noticias y un 199 de ausencias sabemos que llegará el 200 que se caracterizará por la entrada de alguien nuevo con el que ¿Quién sabe? Puede haber 100, 200 o 300 días que seguro que serán muy diferentes, pero nuevos, una nueva etapa para compartir, porque en Olite43 aún quedan muchas historias que contar, se protagonicen por quien se protagonicen.
Suerte.
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