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2x11 El lado malo de las cosas

  • Foto del escritor: Sergio Camuñas Gómez
    Sergio Camuñas Gómez
  • 12 mar 2018
  • 4 Min. de lectura

En esta vida el extremo siempre es malo, pero extremizando dentro de la libertad que las palabras me otorgan, a mi parecer existen dos tipos de personas: el que crea la fama y evidentemente el que carda la lana. Lo que un secundario a un protagonista, a ese bueno cubierto de meteduras de pata.


Veréis, hay dos tipos de secundarios dentro de la jerarquía de la vida: el secundario de posicionamiento y el de procedencia, ambos relegados al segundo puesto y ambos triunfadores por naturaleza. Hace unas semanas fui testigo de cómo se despojaba a Timothée Chalamet (Call me by your name) y a Margot Robbie (I, Tonya) del Oscar, como también vi, hace un par de meses, como Aitana se posicionaba segunda en ambas categorías de OT. Igual que vi eso, después, no me he cansado de ver cómo portada de todas las publicaciones de los Oscar a Timothée y Margot, no he parado de bailar “Lo malo”. El arte de quedar segundo, el arte de ser el distintivo que el primero no consigue conseguir.


¿Sabéis? Siempre me he identificado con ese secundario, en todas sus facetas y acciones, tanto en estatus como en personalidad, no en segundos de calle en este último y decisivo sentido, sino en los grandes triunfadores, el otro y decisivo gran apartado: los secundarios de procedencia, los que ya habían aceptado ser secundarios a previo guion, y pese a ello consiguieron hacerse un hueco, los secundarios de las series.


El antagonista, el personaje que suele ser malo, borracho, el que fuma, porque sorprendentemente o fuman los malos o Carrie en Sexo en Nueva York, no lo veo pura coincidencia. En definitiva, la mala influencia, vamos. Tengo ese don... veo el primer capítulo y se quién será quien robará mi corazón, y normalmente, es la rubia que pasea por los pasillos siendo Dios o el cabrón con sentimientos. Estoy harto de protagonistas que siempre hacen todo bien pero que por azares del destino siempre meten la pata, con la mejor intención siempre, claro.


Y esto lo llevo a la vida, soy de los que planea venganza, pero luego no llega a realizarla, el que decide ignorar a las personas, aunque se implique más por ellas que al revés. El personaje que sorprende por sus buenas acciones en un capítulo y nos mantiene en vilo cuando mantiene su actitud en los demás. La Quinn Fabray, el Damon Salvatore o la Blair Waldorf de la pantalla.


Un don que me ha dado buenos, muy buenos momentos, pero también muy malos. Es difícil explicarlo, no se elige, va con la personalidad de cada uno y la mía, sorprendentemente, es muy marcada. Pero me encanta ser como soy, de las personas a las que no sabes cómo entrarles, porque todo depende de la posición en la que se encuentre en ese momento mi montaña rusa emocional, característica que he aprendido con los años. Y va en todos los ámbitos. De todos modos, no muerdo, hasta ahora no tengo órdenes de alejamiento al respecto, suelo ser social por naturaleza, extrovertido, que no confiado, pero abierto, demasiado si una persona es merecedora del título de amigo. Pero esa amistad se mantiene en el tiempo, hay que cuidarla, lo dice el más descuidado, aunque cierto es.


Mis niveles de maldad, ha habido veces que, han rozado el extremo y mi cabeza va por delante de mí, aún estoy explicándome esos flashes que me llegan de mala persona. El caso es que los momentos en los que te crees Sharpay Evans intentando arruinar la vida a la plebe de Troys y Gabriellas es, lo que a veces, me da el positivismo necesario para continuar con la semana, pero existe la otra cara de la moneda, el momento Chuck, en el que desearías cambiar de nombre y fugarte a Paris con la intención de desaparecer y crear una nueva vida a partir de la nada.


Todos preferimos cuando Regina (Once Upon a Time) se hizo buena a cuando Emma Swan se hizo mala, la serie termina ¿lo sabéis? Por algo será. Igual nos pasaba con Serena (Gossip Girl), aparte de interpretarlo mal, el rollo “mala del cuento” le quedaba grande e inapropiado, sin embargo, nos refugiábamos en los momentos en los que Blair entraba en rabia con el mundo, esos sí que nos dieron la vida, y como en muchas series, le otorgaron el protagonismo, una vez más, al secundario, que al principio le fue negado. Igual nos pasa con los hermanos Salvatore (The Vampire Diaries), que coincidencia que Damon fuese el egoísta y el que, casualmente siempre ayudaba a salvar a Stefan. Quinn (Glee) nos dio sus momentos también, renunciando a todo a causa de una Rachel sufrida y curiosamente afortunada que terminó siendo lo que nunca imaginó a costa de “la maldad” de su antagónica.




Hartos de buenos de pega, de bien quedas sin sentido, queremos más princesas Eleonor (The Royals) en nuestras vidas, el tipo de persona que odia el mundo, pero sin embargo se empeña en arreglarlo. Da igual si mete la pata o no, es así y no tiene que dar explicaciones, la historia cambia si crees que la bondad inunda tu corazón, no hay menos bondadoso que el que cree que lo es.


¿Todos odiabais a Regina George (Mean Girls)? Pensad en el momento en el que te encuentras con la nueva de clase con polo XXL rosa que ha aprendido de ti, lo ha utilizado contra ti y ahora se pasea por los pasillos gozando de la ropa de diseño que le has regalado. ¿Quién es la mala?


Y es que vincularte a los malos malísimos es un don, don que no todos poseen y muy pocos entienden. Mi última adquisición del coleccionable vino viendo A tres metros bajo tierra, yo ahí dije: “la hermana pelirroja va a ser mi favorita” y zas, acerté, como acerté que Aitana llegaría a la final incluso cuando vi la gala cero y casi la expulsan por equivocarse, otra secundaria, como Bisbal, que dará un repaso a todos.


Y aunque los extremos nunca fueron buenos, aunque los palos me sigan haciendo daño, aunque haya veces que mandaría todo a la mierda, siempre queda el aprendizaje. Y de los errores se aprende, yo lo aprendo muy bien y ya sabéis los que me conocéis, mi frase estrella siempre será: "Una mala reputación es mejor que no tener reputación."


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