2x09 Sobreviviendo al pluriempleo
- Sergio Camuñas Gómez
- 31 ene 2018
- 5 Min. de lectura

Lunes. Empiezo con una alarma atrasada de cinco en cinco minutos en un periodo de media hora y la resaca de un domingo prometedor. Llego tarde, como siempre, pero no me importa correr, lo tengo como costumbre. Hay veces que creo que nunca podré ir con tiempo a los sitios, pese a prepararme lo antes posible, siempre, hay algo, un motivo por el que tengo que darle ese toque de adrenalina al cuerpo.
Y así me embarco en el primer día de la semana paliando con paracetamol una faringitis mal curada por culpa del alcohol de ese domingo prometedor.
Había salido a hora punta del metro más veces, pero para ir a la universidad y ahí, aunque la multitud es igual o superior, las energías y las hormonas pre-veinteañeras aún estaban revoloteando y las sacudidas en la salida eran de todo menos agresivas. Aquí todo es diferente, los pre-treintañeros hemos olvidado lo que fuimos, envenenados de camisas, corbatas y tacones de aguja. Las prisas son más prisas, y los modale ¿Dónde han quedado los modales? Quizás los perdimos el día que murieron nuestros sueños y las prisas y empujones de ese aluvión de gente uniformada es la metáfora de ello.
Trabajo, casa, trabajo y casa de nuevo.

Martes. la hora de levantarme se amplía a 45 minutos de alarmas cada cinco, sumado al sueño, acostumbrado ya, de los martes post resaca OT, pero lo llevo mejor, ya no tengo que dejar de comer por dormir a medio día como pasaba hace un par de meses, es un paso agigantado.
Trabajo, casa, trabajo y casa de nuevo.
La diferencia de días como estos en los que todo parece igual se resume en trayectos en coche con temas improvisados y la cercanía de los de casa, sobre todo cuando tenemos visita, esos momentos son los que marcan la diferencia. Eso y cantar Como las Alas al viento y sentirte el gran Showman en versión folclore.

Miércoles. Raro, pero cierto, el cansancio al despertar no es un problema, de hecho me apetece arreglarme, si aguanto sin la sensación de no comer por dormir la cosa va bien, la semana va cuesta arriba en sentido motivacional. El transporte público sin embargo es el causante nuevamente de que la sensación de cansancio vuelva a resurgir cuál ave fénix, nada que no se pueda mejorar con un poco de Spotify y mi, a veces desesperante, actividad matinal junto a nuestras conversaciones sobre cultura freak de los 90, nivel Sclub7.
Trabajo, casa, trabajo y casa de nuevo.
A veces no soy consciente de lo bien que me hace llegar a casa para hablar y lo mal que me hace que esas charlas se alarguen hasta las dos de la mañana. No importa, es mi mejor momento del día.

Jueves. Llevo tres días despertándome más tarde de lo normal, 10 minutos hacen mucho en la cama y he descubierto el truco perfecto para despejarme al completo. Estoy aprendiendo más de la cuenta en mi trabajo de la mañana, 1 minuto bajo agua prácticamente helada te hace, ademas de querer morir los primeros 20 segundos, tener la cara más despejada del mundo. Estoy cansado, pero no lo parece, los consejos de belleza y su sabiduría.
La mañana no va muy mal si sales de casa despejado y con el Instruction de fondo, creyéndote Georgina George mientras caminas por las calles de la zona chunga de bravo Murillo, en mi caso lo de caminar sería andar a lo Maria Amparo en supermodelo 2008 en el mítico vídeo de la piscina. Escaleras mecánicas rotas, de nuevo hora punta, peleas por el sitio en el metro acompasas de la mejor sensación de la mañana, junto con no perder el autobús y conseguir también sitio ahí, es el único momento donde puedo contestar a todos a los que por la noche al llegar a casa he ignorado. Quiero seguir teniendo amigos cuando todo esto acabe.
Trabajo, casa, trabajo y casa de nuevo.

Viernes. Me he despertado antes, no por placer, solo por el hecho de ducharme, por la mañana, ya que por la noche no me dio tiempo, qué gracia esto del tiempo.
El día comienza bien, da pereza meterse a la ducha, pero no hay nada mejor pra despertar. Café preparado en la cocina y mi compañero de piso, que llega a casa, como cada juernes, de madrugada, cuando yo me preparo para salir a comerme el mundo, la manera en la que cada semana me recuerda aquellos maravillosos años donde empalmaba el viernes al domingo solo por el hecho de salir. Me da envidia, no puedo negarlo, pero supongo que será la edad, no hay mucha diferencia pero el paso de ciertos años a otros ciertos hace que prefiera los domingos de actividad a los de resaca y muerte. ¿A quién quiero engañar? Preferiría llegar a casa sin la necesidad de madrugar y la certeza de una muerte segura con tal de ahorrarme las horas de sol a sol que quedan de trabajo en este viernes infernal.
Trabajo, casa, trabajo...
Pondría casa, pero el viernes es viernes y, he de reconocerlo, llevaba tiempo sin salir pero como he dicho, los viernes por la mañana hacen que la motivación me invada con el único objetivo de volver a sentir lo que era. Lo que empieza con unas cervezas acaba con un algo más, algo más que convierte la noche en día, y el día en sufrimiento, qué bonito es verlo en el ojo ajeno. Cuando te toca sufrir los estragos de una noche en auge la envidia de esa juventud no es tan motivadora, menos mal que pronto pasa esa sensación. Aún somos jóvenes.

Sábado. Me he dormido, empiezo de nuevo el día corriendo, para no variar. Esta vez por algo que me motiva, la semana de la moda de Madrid, lo malo del caso es que no tengo cuerpo para correr, pero lo hago. Tengo sentimientos encontrados, no sé si estoy feliz por el momento o si esa felicidad se eclipsa por mis ganas de morir.
Trabajo.
Dos horas y media que hacen que el fin de semana solo sea domingo. Llevo todo el día nervioso, un hormigueo en el estómago que no es normal, la sensación que después del trabajo me voy a casa puede llegar a ser el motivo. Saber que me espera una sorpresa al salir del trabajo puede que no fuese el motivo de mis nervios pero fue la forma en la que estos se esfumaron.
Trabajo.
Sarna con gusto no pica dicen, pero aún así la media de 6 horas de sueño en dos días hacen que la sarna comience a escocer, dejando atrás él picazón.

Domingo. Vuelvo a madrugar, en casa eso si, donde los desayunos son a gran escala y las horas se reducen hasta parecer minutos. Horarios medidos, como si de un viaje se tratase:
10:00 Desayuno
10:30 Prueba de traje
11:00 Visita familiar
11:15 Horario de manualidades.
14:30 Ensayo extra.
15:30 Comida
15:50 Café
16:00 Ensayo
18:30 Regreso a Madrid
20:30 Llegada a Atocha
21:00 Llegada a casa
21:05 Cena
22:30 Muerte
Y así, he llegado de nuevo al lunes. Donde de nuevo con ojeras puedo decir que me siento completamente cansado y realizado. Hace unos meses mi vida era un continuo de mañanas viendo a3series y mi CV solo tenía el listado de bares donde, por suerte, había conseguido trabajar hasta ese momento.
Hoy me dispongo a seguir, como miles de veces he escuchado, triste y ojeroso, solo que con tristeza en el 10% de los casos. Porque como todo millenial universitario dice, ya hemos pasado 4/6.
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