2x08 El diario de Olite43
- Sergio Camuñas Gómez
- 22 ene 2018
- 4 Min. de lectura
“Todo empezó el día de año nuevo, en mi trigésimosegundo año de soltera. Una vez más estaba sola y tenía que asistir al bufé anual del pavo al curry de mi madre. Todos los años trata de emparejarme con algún muermo de mediana edad con cabellera espesa, y me temía que ese año no sería una excepción.
Y fue entonces, justo entonces, aquel fue el momento. De repente me di cuenta de que, a no ser que algo cambiara en seguida, iba a llevar una vida en la que mi relación más importante sería con una botella de vino. Y al final acabaría muriendo gorda y sola, y me encontrarían tres semanas después medio devorada por pastores alemanes. Estaba a punto de convertirme en Glenn Close en Atracción Fatal.
Así que tomé una importante decisión. Para evitar acabar el próximo año como una cuba y escuchando clásicos del pop para treintañeros en emisoras de la FM, decidí tomar el control de mi vida y empezar un diario donde iba a contar la verdad sobre Bridget Jones. Toda la verdad.”

Grande ¿verdad? Pues para mi empezó todo de camino a la rutina, entre andén y andén de estaciones. Entre las horas interminables y a veces no tan perdidas del trasporte público.
Será que he vuelto a la infancia con OT (me está empezando a preocupar esta obsesión) será la navidad que ha tenido momentos que me han teletransportado al pasado o volver a beber Santa Teresa que me ha salvado de la resaca del, para adultos, gintonic. Será que esta navidad he deseado ser más Grinch que nunca o que al final me he vuelto más Love Acually si cabe. Que he acabado y empezado el año con los de siempre. El caso es que en los momentos escasos de soledad que me ha proporcionado mi vida social y el pluriempleo he reflexionado, no es que me quede tiempo para hacerlo, pero, milagrosamente, lo he hecho, y he descubierto mi propósito, el de este año, que espero cumplir por encima de gimnasios y cigarrillos apagados. Un propósito que va más allá de lo que la cabeza puede planificar, algo que conecta con lo más íntimo de nosotros mismos, a lo Noviembre dulce, pero en enero y sin nadie que me ayude a conseguirlo. Mi propósito este año es no perderme. No caer donde todos caen. No quedarme a mitad del camino que todos emprenden y pocos acaban.
Volver a ser yo, a soñar con imposibles y a aspirar. Dejar de autoflajelarme y disfrutar. Que vuelva el yo de siempre, el despreocupado, el de los eternos amaneceres y los cafés interminables. El risueño, el de las mil fotografías y las mañanas de compras semanales. Yo, ese yo al que le encantaba la soledad de su habitación y ver series a deshora. La persona que invertía en crear y en recordar. El chico de las tardes de fotos de 2007 y vídeos de caídas de modelos. Esa persona que compraba por comprar y estrenaba al instante, sin importar lo mal que lo pasaría al final de mes, esa persona que se repetía una y otra vez que al mes siguiente no le volvería a pasar.

Quiero escribir, pero a mano, sin un teclado de móvil en un andén de metro, en esa libreta que una vez compré sin objetivo concreto y hoy se encuentra llena de historias, notas, anécdotas y posits. Escribir por placer, sin que pueda recaer en la obligación, dónde y cuándo sea, en el café del barrio, en el césped del retiro o en el mirador de esas añoradas lagunas de mi pueblo.
Pido tener tiempo para mí, para volver a bailar, volver a ser el protagonista de mi historia y sentirme de nuevo así cuando hago lo que hago encima o debajo del escenario con los míos. Tiempo para simplemente no hacer nada y no echar de menos los momentos de música de fondo y letras en el salón, no echar de menos los descubrimientos de primavera y los cigarros sentado en el marco de la ventana.
Y no quiero perderme eventos, nunca más, cumpleaños, comidas, cenas, navidades, carnaval, fiestas varias, no vivir con la necesidad de hacerlo todo en dos días pudiendo tener la tranquilidad que proporciona el tiempo.
Pero soy consciente de que hoy por hoy no es posible, pronto tal vez. Por eso me conformo con dormir al menos siete horas al día, no importa si hay sueños o no y mantenerme sin necesidad de buscar, de momento, algo más. Disfrutar de amaneceres escasos y cafés con minutos contados, pero no dejar de hacerlo. Seguir siendo yo, un poco menos risueño, con ojeras, cansancio acumulado, mañanas que saben a café cargado y tardes que saben a RedBull. Aprovechar los días en los que haya cámara para tener un poco de ese recuerdo del ayer, comprar por internet cuando los ojos me permitan mirar la pantalla después del largo día. Aprovechar los momentos de sofá en compañía de mis compañeros y ver en diferido, aprovechando la nostalgia de ver por segunda, tercera o cuarta vez. Recordar lo que el móvil me deja almacenar y estrenar cuando digo adiós al uniforme semanal.

Seguir escribiendo, aunque sea en notas, como ahora, sin ser obligado pero siendo constante. Cambiar la costumbre de tener que inspirarme en lugares maravillosos pudiendo tener el salón de casa.
Tener tiempo, a secas. Para descansar, dejando a los demás que me den el protagonismo que crean oportuno. Sobrellevar los enfados del mundo por mi manera de gestionar y de fallar a la hora de cuadrar horarios y personas.
Y no perderme al menos fechas compartidas, donde poder estar con todos los que importan incluso a la vez si hace falta, con eso puedo conformarme, no perderse nada sería demasiado pedir, al menos por ahora.
Propósitos, a veces tan importantes como dejar de ser confiado, viajar y conocer, llegar puntual a los sitios, a veces tan disparatados como pedir un proceso intestinal sin irregularidades o tan simples como entrar gratis a la discoteca en nochevieja. Todos marcamos nuestras metas, lo que mejoraríamos, a veces sin éxito final. Pero para eso tenemos el año nuevo, la esperanza de una naciente historia de 365 días. Después de todo, un 2015 yo me propuse escribir.
Hozzászólások