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2x07 Todo sobre mi hermana

  • Foto del escritor: Sergio Camuñas Gómez
    Sergio Camuñas Gómez
  • 16 dic 2017
  • 4 Min. de lectura

Por dónde empezar cuando hay tantas cosas que decir. Cómo organizar una lista de ideas, de cosas que expresar, cuando esa lista es interminable. Sé que a pesar de intentar no morderse las uñas, hoy se estará conteniendo demasiado porque son estas horas y su hermano pequeño todavía no la ha llamado para felicitarla. Será mi pequeña venganza por ese previo conocer en el que no me quería, tal vez sea solo por fastidiar, pero me encanta saber que hoy cuando lea esto o me matará por la tardanza o llorará porque la espera ha merecido la pena.



La buena noticia es que me he acordado, ha habido años peores, y me lo recordará hasta la saciedad, pero así soy yo, de darlo todo y no dar nada, qué dura es la vida del detallista. Pero la ocasión lo merece, no se cambia de década todos los días, los nuevos treinta dicen, y lo creo, porque no todos cruzan la barrera del tres igual de bien que ella. Amor de hermano diréis, sí, y está en mis virtudes idealizar a mis queridos y entre mis defectos aborrecer a los que no tienen ese privilegio. ¿Pero que hay más bonito que idealizar a una hermana?


Mis padres no fueron conscientes de que el penalti siempre sería el mimado de la familia, no por nada en especial, no hablo de mimos paternales, sino de mimos entre hermanos. La diferencia de edad me ha hecho tener una segunda madre, la protección secundaria que todos querríamos tener, la admiración por su parte de una hermana mayor y el respeto, a veces, de un hermano menor. No soy lo que se dice de fácil manejo, no me gusta que me controlen, que me digan lo que tengo que hacer o que me lleven por un camino exacto, por eso esa rebelión es la que hace que sea el incorregible de la casa, al que han intentado domar y no se ha dejado. Ejemplo de ello es mi eterna manía de decir no cuando mi impulso es si, siempre digo si a todo, pese a ser quejicoso como el que más, siempre acabo cediendo, menos con ella. Siempre tengo un no, una protesta, una queja, un “sólo me llamas para esto” cuando en realidad sin previo aviso, soy el primero en ponerme en contacto cuando sé que algo es de su interés, cuando quiero, sin amarres ni obligación.


Y es que no hay nada como llevarle la contraria a un hermano, ese amor odio es siempre mejor, más sano que con otra persona, porque es amor, de verdad, sin aditivos.



Y ahora me dirijo a ti. No me hace falta decirte que te quiero porque lo sabes, pero es necesaria la desaprobación porque en el pique está la complicidad, y de la complicidad nace esta eterna relación. Una relación que me ha hecho llorar cuando pensaba que te perdía el día que diste el “sí quiero”, la misma que me ha hecho reprocharte innumerables veces que no sales de casa, esa misma que una vez más, cuando pasas unos días sin estar, añora el momento móvil bajo las faldas del brasero.


Odio que me planifiques las horas y los minutos cuando voy a casa, de la misma forma que me hace reír el momento en que bajo del autobús y tengo tu llamada en el móvil, como si me sintieses cerca. Odio cuando no te gusta mi ropa, de la misma forma que me encanta cuando sabes el estilo que puede llegar a encajarme. Odio que me secuestres tardes enteras con la excusa de “vamos solo a esto”, como amo las tardes que pasamos juntos de tienda en tienda solo por ver. Y es que odio cuando vamos a comprar y me motivas a no hacerlo, como me hace eternamente feliz cuando te quedas con ello y me sorprendes con un regalo.


Amor y odio, admiración y respeto. La combinación perfecta, aderezada con uno de los regalos que más feliz me ha hecho en la vida, esas dos mujercillas que me alegran las mañanas de domingo cuando llego a casa. Puede que no esté allí tanto como quisiera, que la distancia nos haga de barrera, pero siempre quedarán los besos de despedida a la noche, antes de irme y las casas rurales en las que una vez más yo protesto y todos intentan hacerme especial.


Y hoy aunque no esté, quería hacerte este regalo a parte de lo material, porque creo que te lo mereces. A pesar de estar siempre a la defensiva yo también te admiro. Admiro la forma en que vistes, sin importarte nada nuestra opinión, admiro tu entereza en momentos en los que todo se derrumba, admiro tu capacidad de crear, de innovar, admiro la manera en la que ríes, tus imitaciones, admiro la manera fina con la que te expresas al hablar por teléfono y tu aparente seriedad, la que flaquea en la intimidad de los nuestros, de los tuyos.


Hay tantas cosas que decir que no son necesarias, las sabes y hoy con esto espero que lo sientas. Que me sientas allí aunque yo esté aquí, escribiendo mi mayor declaración de amor. A ti, mi hermana, mi hermana mayor, de tu hermano, que te quiere hoy, mañana y siempre.


Feliz cumpleaños.


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