1x19 Un paseo para recordar.
- Sergio Camuñas Gómez
- 1 jun 2017
- 3 Min. de lectura
Una vez más nos ha tocado tener que ser testigos de violencia, algo que viene siendo presente desde hace tiempo y que hoy más que nunca queremos erradicar. Un suceso que termina en fatídico, en el extremo de la cruz de la moneda, pero todo extremo tiene su recorrido, un paseo que es necesario mejorar desde el principio, una mejora que puede hacer que no se llegue a ese punto de no retorno.

Es fácil situar este momento como la edad del miedo, una estancia donde lo tenemos todo y seguimos sin estar conformes, donde pese a los avances, solo encontramos las armas como la única manera de ser escuchados y respetados. Y pese a creer que estamos concienciados, no es así, la concienciación no se hace a través de un apoyo social, aunque ayuda. Un número no es nada comparado con las historias que hay detrás de éste, de cada uno de ellos, historias que quedan a medias, que no tienen final porque alguien decide arrebatárselo.
Aquí vivimos, en el mundo de quiero y no puedo, del "respeto pero no comparto". Un argumento banal que pierde peso con el paso de los años, porque esa no aceptación puede seguir creciendo, con distintos temas y distintas creencias, y sin darnos cuenta damos de comer a eso que al final nos lleva al extremo. Porque aquí vivimos, en el mundo en el que nos hacemos fans de una serie que lucha contra el acoso escolar y sin darnos cuenta lo practicamos fuera del ámbito televisivo, que proclama el amor entre personas del mismo sexo y se sigue extrañando cuando ve a una pareja de este tipo cogida de la mano por la calle, un mundo que disfruta con la violencia en las pantallas y prefiere un final con muerte a un final feliz, pero no quiere eso cerca de su día a día, un mundo verosímil que predica y no cumple.

Y desde el aislamiento que las redes sociales nos proporcionan nos pensamos que las guerras no existen, que vivimos en un mundo donde solo se habla de lo bueno y lo bonito que tiene la vida, que una frase motivadora puede acabar con todo lo malo que acontece. Pero aquí estamos hoy, viendo como el cobarde ha ganado, como ha hecho que esas historias se hayan quedado a medias, dejándonos así temporadas incompletas de una vida que ha terminado prematuramente.
Aun así, seguimos en el mundo del libre comentario, seguimos hablando desde el anonimato de una pantalla, desde la seguridad de no ser maltratado por exponer ante los demás lo que nuestro retorcido subconsciente maquina mientras nuestro cuerpo actúa y podemos observar cómo hemos pasado de un doloroso suceso a las críticas de lo que alrededor pasaba, sin tener sentido cuando la noticia era un atentado, no lo que rodeaba.
Y ese es el problema, el odio a veces se manifiesta de distintas maneras, a veces sin darte cuenta, a veces intencionadamente, y va desde la crítica del vestuario de la artista, pasa por los seguidores que escuchan su música y acaba con una carrera a medio destruir, porque esa es probablemente la otra cara del suceso, lo que puede haber llegado a sentir esa persona, que subió al escenario para hacer disfrutar a su público y ha acabado en casa asustada y atemorizada, con el peso de una tragedia que marcará sus días.
Las batallas empiezan en nosotros, vengamos del país donde vengamos, con educación, por supuesto, estoy hablando de que no todos tenemos las mismas oportunidades, pero en nosotros está también el dar la oportunidad al que no la tiene. Nosotros somos los que debemos dejar de actuar de la manera en la que no se debe, de no criticar en la era de lo criticable. Al final con extremo o no, seguiremos siendo igual de cobardes, cobardes que actúan con perfiles falsos y vidas inventadas. Que no están conformes con gustos sobre vestuario, forma de vida o la forma en que decidamos representar nuestro papel en esta gran obra.

Este ejercicio de reflexión se propone a un mundo en el que hemos llegado a entender que cada persona tiene un pensamiento distinto a la de al lado y que aun así impera lo que está dentro de los cánones establecidos por esa misma sociedad. No acabará mientras creamos que la violencia hará fuerte al débil, que hacemos todo para mirar por encima del hombro a quien un día dudó de nuestras capacidades. La violencia en todas sus facetas no debería existir, sin inconvenientes ni beneficios. Hoy no somos más fuertes, solo estamos más asustados y esa sensación debería acabar para todos.
Porque puede parecer que algo es insignificante, pero la suma de ello hace el desencadenante y en un mundo donde hay tanto por descubrir, no hagamos que nuestras historias queden sin renovar por una temporada más.
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