1x18 Hasta que la Iglesia nos separe.
- Sergio Camuñas Gómez
- 22 may 2017
- 4 Min. de lectura

Sabéis que soy de chascarrillos, como todo buen habitante de pueblo. También sabéis que siempre intento deleitaros con emocionantes juegos de palabras. No hay nada como un buen dicho y esta semana no hay nada mejor que decir que: “Con la Iglesia hemos topado”.
Parece mentira que estemos liderados eclesiásticamente por el Papa más molón de los últimos tiempos, que probablemente morirá repentinamente de un ataque al corazón. A menudo que lidere no quiere decir que controle, porque el control se le escapa a los altos cargos que ven delegado su mando en "subcolectivos", que siguen bifurcándose y bifurcándose hasta llegar, en este caso, al cura común, que perdido en los senderos de la palabra de Dios toma su poder como si del sistema inquisitorio se tratase.
No es que esté en contra de la Iglesia ni mucho menos, yo iba para monaguillo, solo que me pervertí en el camino. Vengo a reivindicar la toma de poder, ese estatus que hace que a algunos se nos vaya la cabeza y empecemos a hacer y deshacer en beneficio de algo o alguien, que normalmente es uno mismo, solo que en este caso, repito, vuelve a ser en nombre de Dios.
La vida de la iglesia en España no tiene nada que ver con esas misas tipo Gospel que a todos nos da por ver cuando visitamos Harlem (o visitemos porque yo no he estado), ojalá fuese todo como en Sister Act donde la prioridad de esas agradables monjitas era cantar y predicar la palabra del grande a tiro de “Oh Happy Day” pero no, nos alejamos mucho del canon que nos imponen nuevamente nuestros amigos los americanos. Que no está nada mal, ya está bien de querer hacer todo como ellos, por mucho que quieran nunca tendrán una procesión como manda el señor, con saetas, cornetas y tambores que erizan los vellos del brazo de los que disfrutamos de ese deleite musical. Y siguiendo por la línea comparativa, a su vez pensamos que los curas tienen algo que ver con alguna conspiración tipo El Código Da Vinci o que nos libraran del mal con algún exorcismo que nos dejará sin cerrar el ojo cuando repentinamente nos despertemos a las tres de la mañana, pero tampoco, los curas españoles ni se asemejan a eso ni al ideal de reverendo que conocimos con el padre de 7 En el Paraiso (momento nostálgico del día). Al cura español como mucho le tendríamos reflejado en alguna película de Almodóvar, en las noticias o en las misas que se emiten los domingos en La2. Y no, no suele ser molón como el gran jefazo.

A las pruebas me remito, tampoco es que sea una persona practicante, pero como las canciones de Camela, todos seguimos estando presentes en bautizos, bodas y comuniones. En este caso ampliamos el margen y llegamos a las confirmaciones, ese momento en el que el joven se hace adulto y decide seguir los pasos establecidos o no, lo que en términos españoles se traduce a ese momento en el que no tienes nada mejor que hacer que ir a catequesis con tus amigos, comprarte ropa para la celebración y esperar alguna que otra compensación económica, que normalmente no llega.
Y ahí estás tú, normalmente, con 16 años más o menos decidiendo quien será tu padrino o madrina, la persona que te llevará al lado para sujetarte cuando, en este caso el obispo se digne a darte lo que viene a denominarse una hostia común, sin consagrar.
Y ahí está él, esa persona que hace que la comprensión, la empatía y el estar en paz con el prójimo salgan por el altar mayor.
La elección que, por cierto debería ser libre, empieza a tener cribas cada vez más grandes dejando de lado a gente que probablemente tenga mejor corazón que todos los que se visten de marca para hacer el paseíllo hacia el mayor evento de moda de la semana. Pero el caso es que siempre hay quien lucha por sus derechos, aunque seas joven sabes lo que quieres, y como mucho, te enfrentas a tu catequista que siempre es la parte comprensiva de esta parafernalia.
Llegados a este punto podría acabar la historia, pero no, la historia continúa y si hace unos años era yo el protagonista de la historia desde el punto de vista del joven, hoy no tan joven, me pongo en el lugar del padrino despechado.

El caso es que este año no ha podido ser, lo de padrino digo. ¿Por qué? Fácil, la religión está basada en la tradición, hasta que se vuelven rebeldes y deciden cambiar, ponerse a la vanguardia, como los alumnos del Elite Way, solo que ellos con el poder del grande que intimida al pequeño, la historia de siempre, sin posibilidad de rebelión, porque siempre estarán aquellos modelos de domingo que defenderán la postura del clero antes de irse de cañas, después no sabemos, pero antes, siempre. A esto hay que sumarle que el índice medio de edad del confirmado ha bajado, mientras la decisión de seguir formando parte de este mundo celestial nos pillaba a algunos con los primeros cigarros a escondidas a otros les ha pillado aun jugando y claro, la defensa de los derechos es inexistente en este nuevo plan que establece que tu mandas y yo obedezco.
El caso es que en dos semanas se ha preparado un evento que normalmente estaba programado para unos largos seis meses, seis meses de aprendizaje que han quedado en el aire, normal que no salgan nuevas promesas de convento con esta manera de cortar en educación ¡hasta en religión! para seguir marcando la casilla en la declaración de la renta y no echar gota.
Se nota que ha dolido ¿No? Bueno, el que habla no soy yo, es mi indignación que cobra vida por segundos cada vez que pienso que me he perdido un momento en familia, en el que era una pieza fundamental y que por la comprensión y el amor del que un día fue llamado por Dios, ha quedado relegado a las cuatro paredes de una habitación con la persona irrelevante que me siento ahora. Puede que haga esto porque la persona a la que apadrinaba es la más importante en mi vida, a lo mejor me hubiese gustado destacar, o enseñarle a los de marca que yo también puedo pasar a misa. No sé, solo sé que quien gana pierde y en este caso me ha tocado perder, sólo que bienaventurados los que pierden porque para ellos está reservado el reino de los cielos.
AMÉN.
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