1x15 ¡Marchando!
- Sergio Camuñas Gómez
- 18 abr 2017
- 4 Min. de lectura

Punto número uno del día: he vuelto. Si me dieran dinero por cada vez que digo esta frase probablemente dejaría de escribir, o no ¿Quién sabe? EL caso es que he vuelto renovado, dos semanas pueden hacer que tu vida cambie por completo. Si bien la última semana me venía arriba con el enchufismo y el mundo hostelero como mi camino inevitable de vida, ésta lo hago diciendo todo lo contrario. Como la vida misma, contradictorio, porque no hay nada más castigado que la lengua de uno mismo en este mundo.
Punto número dos: copiar el título del post, sin el número evidentemente, buscar y ver esa película, sobre todo si vuestra vida ha estado ligada a la parte de dentro de la barra de un bar en algún momento.
Punto número tres: Cualquier parecido con la película de dicho título es mera coincidencia, no quiero tener problemas de derechos de autor.
Ahora si, como se diría en el mundo youtuberil: ¡EMPEZAMOS!
Mi vida en los bares comenzó como la de muchos de los que conozco, dinero fácil para un adolescente que no tiene nada mejor que hacer en verano (vengo de pueblo, las posibilidades se reducían a comer pipas en la plaza). Y así di el paso a la aventura que más años ha abarcado en mi corta vida, espero, sinceramente, que venga otra que la reemplace, pero mirando hacia atrás he de reconocer que el bar me ha dado más alegrías que tristezas.
En todas sus facetas ha hecho que sea la persona que hoy soy, al igual que ha pasado con muchos de mis compañeros de gremio, he visto a gente sociabilizarse con más rapidez desde que decidió poner su abridor en el bolsillo trasero del pantalón. Y es que una de las ventajas y principales desventajas de un bar es la gente y la sabiduría de saber tratarla. Puedes conocer a las mejores personas del mundo, pero también a las peores, siempre sabrás como es alguien en realidad cuando tiene a alguien que es considerado inferior por servir un determinado servicio delante, la forma en que trate al camarero se verá reflejada en su personalidad, perdonando siempre noches donde el que habla es el alcohol y no la persona, aunque no es una excusa razonable. Pero también están las buenas personas, los amigos que se hacen de tertulias interminables, los compañeros, los que de verdad importan y los que quieren pertenecer a esta comunidad sin arrimar el hombro. Como Coca-Cola, por ejemplo, queda genial diciendo eso de ¡Benditos bares! pero no ha estado en sus filas en ninguna ocasión, no lo podemos incluir en nuestras conversaciones de “camaretas” justo al terminar la jornada laboral, es el esquirol que se apunta a la fiesta que reúne al colectivo después de un determinado evento, pero que probablemente como mucho, ha estado fuera de la barra ayudando al cansancio.
Y como no es de los nuestros, no tiene derecho a opinar ¡Benditos bares! Como si supiese lo que es una feria a modo intensivo.

Tenemos la impresión, desde fuera, de que trabajar en un bar es algo así como El bar Coyote, cuando en realidad lo único que tiene de ese título es el bar en sí, no digo que no haya momentos así, yo me he llegado a subir a la barra para impresionar con mis movimientos de cadera, pero después he tenido que adelantar todo lo que dejé atrás para poder hacer mi exhibición. La gente no espera, da igual cual sea tu excusa o lo bien que te esté quedando el contoneo, el cliente siempre lleva la razón, y su razón de vida es la instantaneidad, un: “lo quiero ya”, en toda regla. Así que dejas atrás tu momento estrella y vuelves a coger la bayeta con la única intención de dejarlo todo listo y preparado para el siguiente asalto, porque los momentos de risas y “buenrollismo” se ven eclipsados con el siguiente golpe.
Y es que, probablemente nadie podrá reflejar lo que en realidad es un bar en cuanto a cine y televisión, más que nada porque la saga, que no película, podría durar como un maratón de Harry Potter ininterrumpido, y sin efectos especiales nadie tragaría ese chorro de horas, ni con malabares de bandejas que parecen el festín de la Bella y la Bestia, que no hay mayor efecto especial que una bandeja llena de copas, o sino díganselo a las muy numerosas muñecas que se abren cada día.
Pero a pesar de ello hay que vivir la experiencia, todos lo hemos tenido como último recurso, pero cuando hemos entrado cuesta salir y reconozcámoslo, gusta estar. Siempre tienes a la primera persona que confía en ti y a partir de ahí a experimentar, cambiar de bar sería como subir de rango en la empresa de tu vida, cada puesto es diferente y cada establecimiento distinto, un reto continuo. Terminas quemado con el paso de los años, pero es el camino al estrellato de grandes promesas en la vida. Si bien la película que os menciono hoy saca lo bueno y lo malo de esta profesión que suele acoger a jóvenes en los mejores años de su vida, con este post intento hacer lo mismo.

Quería hablar de esta profesión que sin duda es sacrificada y gratificante, que deja atrás festividades perdidas y da bienvenidas al disfrute de momentos a destiempo, que entabla relaciones y contactos que perduran en el tiempo y que hace los amaneceres y las madrugadas diferentes al del resto de mortales. Porque dentro de barras hay reales superhéroes, que aunque algún día se quitan la capa y dejan el mandil siempre sabrán que fue y es estar ahí. Dejando a los demás como aquel cliente que llega cinco minutos antes de cerrar para pedirte de cenar.
Porque no hay nada como un bar dentro y fuera, aunque en esta nueva etapa que comienzo pueda decir con gratitud, amor y un gran respeto: ¡Marchando!
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