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1x11 Yo la letra y tu la música.

  • Foto del escritor: Sergio Camuñas Gómez
    Sergio Camuñas Gómez
  • 30 ene 2017
  • 3 Min. de lectura


Caer en la tentación es algo que solemos hacer todos, desde los inicios de este pecaminoso mundo. El problema viene dado cuando el pecado ha sido anteriormente criticado o comentado, lo de que la lengua es la más castigada, pues eso. Pero al final se cae, como cuando criticaste el pantalón pitillo o los crop-tops, y ahora amigo y amiga, los llevas, y duele reconocerlo.


Pero lo que no sabéis es que a los que anteriormente hemos confiado en esas tendencias también nos duele que se caiga en la tentación cuando todo se comercializa, o en todo caso, se chonifica, y es el caso de La La Land. Todo el mundo habla de la película que está revolucionando las taquillas, y el género musical comienza a tomar forma en las salas y en el reconocimiento de los que se encuentran en pañales cinematográficamente hablando. Pero el género lleva mucho más tiempo que desde Moulin Rouge, y hasta ahora, parece ser, que este es el único musical que gustaba a muchos.


Sinceramente no la he visto aún, quiero, pero no he tenido tiempo. No creo que sea la mejor película musical de la historia, cuando partimos de la base de que, aunque pocas en porcentaje, existen numerosas en este género. ¿Volvemos a ser los raros por pensar que es una más? No, simplemente tenemos más repertorio donde elegir.




La excusa de manual para el género musical es: “No soporto que estén hablado y de repente se pongan a bailar y a cantar, es que no es nada creíble”, ponía esta excusa hasta mi profesora de música. No sé, a lo mejor en la vida real pasa que cuando te besas en el instituto se escucha por megafonía una balada de Lana del Rey, a lo mejor es que cuando te vas de vacaciones con tus amigos miras hacia el horizonte en el bus turístico y te abrazas a ellos con música de Keane de fondo. No, evidentemente no, pero cuando lo ves dices: “¡Joder qué guay!”. ¿Cómo es eso de qué guay? ¡Si esas cosas tampoco pasan!


La cosa va a más, al extremo, cuando no logro entender que os gustase, a esos mismos que criticáis, la canción de Sarita en Los hombres de Paco, o la versión de Clara Lago de “Aunque tú no lo sepas” en Tengo ganas de ti, duele, y lo dice uno que se las sabe. La música es música y su formato da igual, si te gusta, te va a seguir gustando en todas sus formas, y si no, deja de marear con ella como mareaste con las sudaderas con dibujos en las mangas o los parches y céntrate. Para gustos colores y para vestir, bueno, para vestir, Inditex.


Pensadlo, la mayoría de las canciones de nuestra vida vienen asociadas a la pantalla pequeña o la grande. Todos bailamos a ritmo de Dirty Dancing y Grease en nuestras noches desenfrenadas, y señores, ¡esta última es un musical! ¿O es que sigue siendo realista que John Travolta se deslice por debajo de un coche y se convierta en el coche de sus sueños? Parece ser que sí, yo no me lo explico.



La vida sería mejor con música a todas horas y en todas sus facetas, que nunca faltasen las melodías cuando estuviéramos juntos, o solos, como cuando vas por la calle con los auriculares puestos y te crees que estás en un videoclip de Rihanna. Si no lo crees así, piensa en un momento cualquiera, el que sea, y añádele una canción de fondo, si puede ser, algo currado, no lo primero que se te venga a la mente de Juan Magan, quédate un momento pensando en ello, como cuando hacías vídeos de “mis mejores amigos” con fotos en Movie Maker, y disfruta descubriendo que tu realidad es mucho mejor que mucha ficción. De todos modos, haces lo mismo cuando vas de festival en verano, y piensa, que a pesar de no saber ninguna canción, el recuerdo que te queda de ello es de diez.


A lo mejor es ahí cuando descubres que ponerte a bailar y cantar de manera esporádica y aleatoria es a veces necesario, y aprendes a valorar un género que no tiene que tener Oscars para que te llame la atención, como el denim vaya, que no pasa de moda y es combinable con todo.

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