1x07 Olite Actually.
- Sergio Camuñas
- 19 dic 2016
- 4 Min. de lectura

“Siempre que me siento pesimista por cómo está el mundo, pienso en la puerta de llegada de un aeropuerto. La opinión general da a entender que vivimos en un mundo de odio y egoísmo, pero yo no lo entiendo así, a mí me parece que el amor está en todas partes. A menudo no especialmente decoroso, ni tiene interés periodístico, pero siempre está ahí. Padres e hijos, maridos y esposas, novios, novias, viejos amigos (…) Si lo buscáis tengo la extraña sensación de que descubriréis que el amor en realidad está en todas partes.”
Así comienza la que, sin duda, es por el momento mi película favorita de todos los tiempos, Love actually. No sé si es por la película en sí o por lo asociado a cómo y cuándo la veo cada año. Lo que si sé es que al final de cada una de sus historias siento esa extraña sensación en la que la lágrima asoma mientras se dibuja en tu cara una sonrisa que se transforma en carcajada y llanto a la vez, una sensación que deseas sentirla millones de veces más, la sensación de llorar de felicidad, y que como mínimo, yo siento una vez al año.
Pero entiendo que todo está idealizado en esta vida. La navidad es, para muchos, la festividad favorita del año. Existe una regla que no está escrita, pero que se lleva a cabo cada diciembre: los villancicos y las películas navideñas se ven solo en estas fechas, y eso es lo que las hace especiales.
Como en todo hay distintos tipos de vista, esto lo veo yo como una distinción clara entre las series y el cine, existe una gran diferencia entre las películas y los especiales de navidad. En las series cada capítulo puede tratar distintos temas, mientras que en la pantalla grande, por lo general todo es, como decirlo, “Oh, blanca navidad”. ¿Sabéis a lo que me refiero? Patinaje, nieve, jerséis y felicidad, pero ese aeropuerto que tiene su puerta de llegada también tiene su puerta de salida. Al igual que no existe la imperante necesidad de querer más, desear más o amar más si tomas el resto de esos 364 días como referente para hacerlo.
Pero por ese mismo motivo puede llegar a ser el mejor momento del año, porque no es necesario que sea feliz para que lo sea. Porque la navidad es una montaña rusa de sentimientos, una montaña que entrelaza la felicidad y el recuerdo, que debe ser también celebrado.
Llevo años proponiéndome pasar la película perfecta. Pero sé que es demasiado idealizado, ¿ni una pequeña pelea preparando la cena de nochebuena? ¿ni siquiera con el reparto del amigo invisible?Venga, es algo irreal. Falla la nieve, a veces el cotillón, la fiesta se convierte en menos fiesta y el día llega antes de lo que esperabas, las cenas son menos cenas y dejan a las expectativas muy por encima de lo que probablemente sucede en realidad. Pero no hay que olvidar eso, que son solo expectativas. La familia unida entre gritos de los pequeños y no tan pequeños, el reencuentro entre amigos y un buen “All i want for christmas is you” de fondo y en bucle en tu coche puede llegar a ser bastante mágico. Que las cosas no sucedan como habrías imaginado no quiere decir que sean peores, solo son distintas.
Y entiendo que haya gente que reniegue, hubo un tiempo en el que todos pudimos sentir la ilusión del día de Nochebuena y ahora, ese dulce tintineo sólo suena para mí como suena para aquellos que realmente creen como en The Polar express. Y es cierto que creo. Porque pienso en todos aquellos jóvenes que deberían poder volver a casa en estas fechas y que aun así celebrarán estos días entre personas hasta entonces desconocidas. Pienso en todas aquellas pérdidas, y en cómo se decide levantar la cabeza y aprovechar el máximo de tiempo con los que aún quedan alrededor. Y pienso en las adversidades de la vida, que hacen que cada momento sea único y mejor aprovechado. Si ellos pueden ¿Qué te impide hacerlo a ti?
No cuesta mucho, y pese a que no consideres que sea un momento especial, disfruta de los detalles de estos días porque ya habrá momentos a lo largo del año para sentirte solo, saca el árbol, cuelga la estrella, enciende la chimenea y ve los clásicos de estas fechas, si no disfrutas del plan al menos disfruta de la compañía. Puede que la emoción vuelva a ti al abrir la puerta y ver a todos sentados alrededor de la mesa, puede que incluso antes, solo preparando la cena o bebiendo un poco de vino mientras miras a mamá prepararla.
Recuerda, ama, y da gracias por seguir año tras año con las mismas o distintas tradiciones. Celebra las alegrías pero también las tristezas, los cambios, las veces que has caído y que te has levantado. Y hoy regala una gran sonrisa, y si lloras, que sea sólo de felicidad.
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