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1x05 Confesiones de un comprador compulsivo.

  • Foto del escritor: Sergio Camuñas Gómez
    Sergio Camuñas Gómez
  • 28 nov 2016
  • 3 Min. de lectura

Como al parecer mis gustos no son del todo peculiares (qué 50 sombras de Grey me ha quedado) hoy vengo a confesarme, prácticamente como La Pantoja. Llevaba mucho tiempo queriendo hacer este post, pero por unas cosas o por otras lo he ido dejando. De hecho hubo un día en el que compré ropa para poder expresar bien, en streaming, lo que sentía al comprar.


Soy comprador compulsivo, ya lo he dicho. No llego a extremos de Rebecca Bloomwood, ni tengo así como 50 tarjetas de crédito y tampoco compro artículos de cashmere. Soy lo que viene siendo un pobre con gustos de pobre, pero en abundancia. Me acuerdo de ver la película Confesiones de una compradora compulsiva y no parar de reír, era como algo muy irreal, claro, no tenía dinero, era estudiante y mi capital se reducía a la cantidad justa para pasar la semana dignamente, con la cabeza bien alta, y al llegar el viernes tener la cantidad exacta (céntimos incluidos) para poder volver a casa y vuelta a empezar.


La película se compone de frases tan profundas como esta:


Jamás te van a querer ni te van a tratar tan bien como en una tienda. Además, si al final no te gusta, no puedes cambiarlo una semana más tarde por un jersey de Cashmere. Una tienda siempre huele bien. Una tienda puede despertar en tí unos deseos irrefrenables por cosas que ni siquiera sabías que necesitabas (…) Pienso que las tiendas están ahí para que las disfrutemos. Es una experiencia agradable... bueno, más que agradable, es maravilloso. El brillo de la seda que envuelve a un maniquí, el olor de unos zapatos italianos nuevos, la emoción que te embarga cuando pasan la tarjeta y no te la deniegan y es todo tuyo. Cuando compras algo y estás tú y tus compras, lo único que tienes que hacer es dar la tarjeta ¿no es la mejor sensación del mundo? ¿no os apetece gritarlo a los 4 vientos? Y te sientes tan segura...y viva... y feliz...


Pero ahí llego mi primer sueldo, y lo entendí todo. Yo solía siempre especular con cuanto podría sobrevivir, iluso de mí. Me acuerdo de quedarme en el sofá con, por aquel entonces mi queridísima compañera de piso, y empezar a divagar sobre el tema. La vida se veía mucho más fácil cuando en la cabeza solo habitaban pájaros. Y como digo mi primera nómina llegó, y como llegó, se fue.



Pensaba que esa sensación se pasaría con el paso de los meses, el primer sueldo siempre tienes miles de cosas que quieres adquirir, pensaba yo, y me di cuenta de que los meses pasaban y las adquisiciones seguían su crecimiento. Da igual lo que sea, ¿películas? Pues a comprar películas (siempre de segunda mano claro. Dios bendiga a Cex.) ¿Cosas inservibles que no valen para nada pero solo cuestan 2-3€? A montones, parezco la sirenita, pero así fue y sigue siendo después de año y medio.


Y es que siempre hay ofertas y promociones. En mi defensa diré que soy consciente de ello y evito tener contacto visual con las prendas o artículos, no he llegado al punto de tener que congelar mi tarjeta de crédito, pero lo he pensado en numerosas ocasiones. No basta con eso, como añadido ahora tenemos internet y el poder hacerte socio de todas las tiendas habidas y por haber que además te envían mensajes que dicen:


Hasta 50% prendas selecc.

En Cortefiel, PdH,

Spriengfield, Wommen’secret y

Online. Para ti 25% en el resto.

Y claro, caes ¿Cómo no caer si el abrigo que habías visto hace un mes se queda más barato? Y de paso... ¿Cómo no coger esa camiseta que se queda en tres euros? por tres euros... Al menos eso hago yo, y creo que muchos de vosotros también… sino ¿Por qué tomar como celebración el Black Friday en vez de Acción de gracias? Con lo que nos gusta una fiesta a los españoles…

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