1x03 La teoría del miedo.
- Sergio Camuñas Gómez
- 16 oct 2016
- 2 Min. de lectura
Si tuviera que quedarme con una serie a lo largo de mis años, no sabría con cual quedarme, igual con el cine no me pasa eso, sí sabría de lejos cual es, aunque eso es otra historia que algún día seguro contaré.
Me desvío del tema. Es cierto que no podría elegir una en particular, pero probablemente puedo decir la que más veces he visto, y esa sin duda es Friends. Y es que aún recuerdo ser un enano y verlo en Canal+ después de comer antes de que codificaran la señal hasta las ocho o así que empezaba Buffy Cazavampiros. Pero eso es otra historia también, de esas nostálgicas que tanto me gustan y que probablemente también contaré.
Me sigo desviando.
Y ahora sí, centrado, con un contexto bien construido, puesto en situación, expongo lo que he venido a contar en este post.
Friends se presentó para mí como una serie de risa fácil. En realidad las primeras veces que la veía recuerdo las risas y quedarme con lo central: Rachel-Ross, Monica-Cheandler, las canciones de Phoebe… vamos, lo principal. Pero cierto es que no entendía en ese momento que la serie marcaba una generación. Y ahora camino de los 25 me he dado cuenta.
Y seguí viéndola, una y otra vez, reposición tras reposición. Hasta que de repente, me di cuenta que me acercaba a sus historias, que me sentía identificado. Identificado hasta el punto de querer cantar Copacabana en un Karaoke o bailar "el bailecito" en un especial de nochevieja.
Tan identificado que de repente te ves trabajando en una cafetería, algo que en un principio iba a ser temporal, y que sigue alargándose. Sabes que no es para ti pero sigues ahí, y por azar del destino (y del catálogo de Netflix) vuelves a ver la serie y te das cuenta que eres Rachel Green, que está pasando de verdad y que te estas estancando.

Y es entonces cuando decides embarcarte en la “teoría del miedo” que te hace dejarlo todo, salir de tu zona de confort y despegar hacia un futuro mejor. Literal, lo tomé al pie de la letra ¿Qué iba a hacer? Los personajes me estaban hablando.
Y ahora me encuentro a quince días de un futuro incierto. Y sí, hay miedo, es real. Pero también dicen que las cosas que realmente asustan son las que valen realmente la pena. De todos modos a Rachel no le fue tan mal.
Espero fervientemente la llamada de Bloomingdales.




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